domingo, 29 de julio de 2012

LITERATURA DEL REALISMO SIGLO XIX


El vagón de tercera clase. Daumier.



El Realismo fue la corriente artística y cultural que se desarrolló en Europa durante la segunda mitad del siglo XIX. Surgió como un reacción contra el idealismo y el individualismo románticos, y se caracterizó por volcar su atención hacia la realidad cotidiana y por considerar al hombre dentro de su sociedad.
La razón de esta nueva actitud está en la difícil situación social que se vivía en Europa en ese momento. Como consecuencia de la revolución industrial, las grandes empresas conocieron una prosperidad sin precedentes. Las actividades comerciales se multiplicaron, pero también se multiplicaron las diferencias sociales y económicas: burgueses alcanzaron posiciones sumamente favorables, mientras que los obreros trabajaban en durísimas condiciones y vivían en la miseria.
Los artistas del Realismo consideraban que el ser humano era producto de su ambiente social Por eso se desinteresaron de los solitarios héroes románticos y prefirieron observar al hombre en su entorno. El Realismo presentó, por lo tanto, la vida cotidiana de las personas comunes: los problemas sociales, la dureza del trabajo y la difícil vida de los suburbios.


El Positivismo fue la corriente filosófica que imperó en la segunda mitad del siglo XIX. Según los positivistas, el único conocimiento firme y seguro era el que aplicaba el método científico; es decir, el que utilizaba la observación, la investigación y la experiencia.

Esta actitud científica trajo importantes consecuencias para la humanidad, pues entre 1850 y 1900 se concretaron grandes adelantos tecnológicos: entre otros, el teléfono, el fonógrafo, la fotografía, el cine, la telegrafía sin hilos, el automóvil y la iluminación eléctrica.

En el campo de las ciencias naturales aparecieron nuevas teorías que rompieron con la visión que se tenía del mundo y del hombre. Entre ellas la de Charles Darwin, quien afirmaba que el hombre era el resultado de una larga evolución de las especies.

Darwin no fue comprendido ni por los científicos ni por la opinión pública de su época, quienes tergiversaron sus ideas diciendo que el hombre procedía del mono.




                                                 
Caricatura de Darwin y el mono, en la portada del London Sketch Book.






El realismo literario supuso el fin de la actitud subjetiva y evasora de los románti­cos 
ante su entorno. La realidad social, con sus problemas y sus expectativas, pasó a 
ser el objeto central de la obra literaria, de modo que la perspectiva del “yo”
 romántico quedó sustituida por la exposición impersonal y objetiva de los hechos.
En efecto, el lenguaje literario se adaptó como instrumento de representación ob­jetiva. 
El afán de objetividad hizo que apareciera un estilo sobrio, eficaz y de gran precisión.




EL NARRADOR OMNISCIENTE


Una de las posturas que puede adoptar el narrador es la de narra­dor omnisciente. El narrador omnis­ciente es aquel que lo sabe todo, que penetra en la mente de los per­sonajes, conoce sus pensamientos y deseos. Además, sabe lo que va a ocurrir a lo largo de todo el relato.



EL ESTILO INDIRECTO
LIBRE


El estilo indirecto libre es una téc­nica narrativa que consiste en reproducir el pensamiento de los personajes dentro del discurso del narrador, sin usar frases introduc­torias como pensó que..., se imagi­nó que..., etc. Ejemplo:
Miró a ambos lados de la carrete­ra. Un carro se acercaba lentamen­te; ¿lograría cruzar? Lo mejor era esperar que pasara. Un hombre se detuvo a su lado. ¿Qué edad ten­dría?...                  



Características generales


El Realismo presentó las siguientes características:


La sociedad y sus problemas se constituyeron en el tema central. En el Realismo va no interesaba el mundo subjetivo del autor, sino el entorno familiar y social de los personajes.


  Los autores retrataban fielmente lo que veían. Por eso la literatura realista presen­tó asuntos verosímiles, posibles y objetivos.


  En esta búsqueda de objetividad, los autores realistas adoptaron la actitud de un cronista que observa lo que ocurre y se esfuerza por describirlo minuciosa \ exhaustivamente.


  La descripción objetiva tenía un fin didáctico: pretendió mostrar los 
defectos de la sociedad para crear la necesidad de corregirlos.


El género realista por excelencia fue la novela. Ello se debió principalmente a dos razones:


Por un lado, la extensión de la novela permitía una representación detallada y com- pleta de la realidad.


  Además, la novela ofrecía la posibilidad de presentar el mundo desde el punto de vista de un narrador omnisciente, capacitado para abarcar desde su perspectiva todos los aspectos de la realidad.

Por estas dos razones, la mayoría de las novelas de este período se caracterizan por su enorme extensión y por pretender una visión totalizadora, que abarca innume- rabies personajes, ambientes y acontecimientos.
Los novelistas intentaron reproducir la conversación común y de todos los días. Para expresar mejor el habla coloquial, introdujeron una nueva técnica narrativa: el estilo indirecto libre, empleado hasta el día de hoy por los novelistas.


La novela realista se cultivó, principalmente, en Francia, Rusia e Inglaterra.





La Novela en Francia


El Realismo se inició en Francia con la obra de Stendhal, que ofreció en. sus nove- las un fiel retrato de la sociedad de su época.


Más adelante aparecieron también dos destacados narradores, Honoré de Balzac y Gustave Flaubert, que representan la plenitud del Realismo francés.


Con el novelista Emile Zola, el Realismo dio paso a otra tendencia
 literaria: Naturalismo, así llamado porque pretendía explicar la 
naturaleza humana. Los natu- ralistas criticaban duramente a la 
sociedad industrial y mostraban en sus obras sus aspectos más
 sórdidos y hostiles.


LA NOVELA EN RUSIA

A fines del siglo XIX, la literatura rusa aportó dos extraordinarios novelistas: Fedor Dostoievski y León Tolstoi. También se destacó Anton Chejov, quien cultivó con gran maestría el relato corto.
La obra de estos autores se aparta de las principales características del Realismo. 
Por esta razón presenta una gran espiritualidad y un profundo sentido social. 
Así pues, la prosa rusa del siglo XIX conserva del Realismo la referencia 
a la realidad como asunto de la narración. Sin embargo, la perspectiva de los
 relatos de estos autores hace que la realidad adquiera significados de valor
 psicológico, ético y estético. Por esta razón podemos decir que la novela rusa
 encarna un nuevo sentido para el realismo.


La novela en Inglaterra


En Inglaterra, donde ya se había producido la revolución industrial, el proletariado creció y la explotación se extendió hasta el mundo de la infancia. Esta sociedad convulsionada fue la temática de los escritores de la época. El escritor más popular del Realismo inglés fue Charles Dickens.

El teatro Realista

El teatro realista surgió después que la novela, a fines del siglo XIX.
Los dramas realistas desarrollaban temas de la vida cotidiana; por lo general, sus per­sonajes pertenecían a la burguesía, con las preocupaciones habituales de los hom­bres de esa época. Los autores eran muy exigentes con los decorados y con la escenificación, pues buscaban que éstos reflejaran fielmente a la realidad.
Los principales dramaturgos de este período fueron el noruego Henrik Ibsen, el inglés Bernard Shaw, el ruso Antón Chejov y el irlandés Oscar Wilde. Sin embargo, el conjunto de la obra de Wilde no se puede inscribir en el realismo propiamente dicho.

ANÁLISIS

1.  Asocia cada una de estas actitudes al Romanticismo o al Realismo.
  Idealismo                        • Punto de vista individual y afectivo
  Objetividad                     • Punto de vista social
2.  ¿Por qué la novela fue el principal género realista? ¿Qué nueva técnica aportaron los realistas a la
narrativa?

3.  Analiza el siguiente fragmento del novelista Emile Zola, el principal teorizador del Naturalismo.
Puesto que la medicina, que era un arte, se está convirtiendo en una ciencia, ¿por qué la literatura no ha de convertirse también en una ciencia gracias al método experimental? (...) El novelista no es más que un escribano que no juzga ni saca conclusiones (...); el novelista desaparece, guarda para sí sus emociones, expone simplemente lo que ha visto. La intervención apasionada o enternecida del escritor empequeñece la novela, velando la nitidez de sus líneas, introduciendo un elemento extraño en los hechos, que destruye su valor científico.
  ¿Qué aporta de nuevo el Naturalismo sobre el Realismo?
  ¿Qué opinión te merece el paralelismo que establece el autor francés entre el novelista y el científico? ¿Crees que es posible lograr que la literatura sea una ciencia exacta? ¿Por qué?







Rojo y Negro relata la historia de Julián Sorel, un humilde joven que aspira al sacerdocio. Tras abandonar su pueblo, Sorel entra a trabajar a casa del alcalde de Verriéres como preceptor de sus hijos y conoce a la esposa del alcalde, la señora Renal. Se siente fuertemente atraído por ella y decide conquistarla.

Al día siguiente, cuando encontró a la señora de Renal, la miraba de una manera extraña, mejor dicho, la observaba como se observa al enemigo con quien es preciso medir sus fuerzas. Aquellas miradas, tan diferentes de la víspera, dieron al traste con la tranquilidad de la señora de Renal Decíase ésta que siempre había sido buena con Julián, no obstante lo cual, parecía que éste estaba enfadado. Erale imposible separar sus miradas de las del preceptor de sus hijos.
Gracias a la presencia de la señora Derville, pudo Julián hablar menos y ocuparse más en los pensamientos y proyectos que encerraba su cabeza. Aquel día no hizo otra cosa que fortificarse con la lectura del libro inspirado en cuyas páginas templaba su alma.
Abrevió considerablemente las lecciones de los niños, y cuando la señora de Renal vino a recordarle con su presencia el deber imperioso que no podía dejar de cumplir sin mengua de su gloria, decidió que era preciso que, aquella misma noche, la mano de su señora permaneciese entre las suyas.
La proximidad del sol a su ocaso, y como consecuencia, del momento decisivo, hizo latir con violencia el corazón de Julián. Llegó la noche: con placer que le libró de un peso enorme observó Julián que sería muy oscura. Al fin, se sentaron: la señora de Renal entre Julián y su prima. Nuestro héroe, hondamente preocupado por la idea de la empresa que debía intentar, no encontraba palabra que decir. La conversación languidecía.
“¿Tan cobarde soy, que tiemblo ante el primer enemigo con quien voy a medir mis Juerzas?”, se decía mentalmente.
Debatiéndose en un mar de angustias mortales, todos los peligros imaginables le parecían nada en comparación de la situación en que se hallaba. ¡Cuántas veces deseó con todas las fuerzas de su alma que sobreviniese un incidente cualquiera que obligara a la señora de Renal a abandonar el jardín y retirarse a sus habitaciones! Era demasiado brutal la violencia que Julián había de hacerse para que no se alterase profundamente su voz. También se hizo temblorosa la de la señora

de Renal al cabo de breves instantes, pero Julián no percibió el fenómeno. El tremendo combate que su deber reñía con su timidez le arrebataba los medios de observar nada, fuera de lo que en su interior pasaba.
“¡'Mientras suenen las diez, ejecutaré el proyecto que abrigo todo el día, y que me he prometido poner en práctica esta noche, o subiré a mi cuarto y me levantaré la tapa de los sesos!”, se dijo.
Cuando la emoción tenía a Julián fuera de sí, sonaron las diez en el reloj del castillo. Cada sonido de aquella campana fatal resonaba en el pecho de Julián, y le producía vibraciones y dolores físicos.
Fiel a su promesa, no se había extinguido el eco de la última, cuando extendió el brazo y se apoderó de la mano de la señora de Renal, que ésta retiró en el acto. Julián, sin saber ya lo que hacía, la asió de nuevo. No obstante su perturbación, su extravío mental, observó que aquella mano parecía de hielo. La mano intentó escaparse una vez más; Julián la retuvo con fuerza convulsiva, y al fin consiguió que aquella quedase entre la suya.
Sintió que en su alma penetraban oleadas de placer, no porque amase a la señora de Renal, que no cabía en su corazón sentimiento tan dulce, sino porque la realización de su empeño había hecho cesar el suplicio atroz que lo torturaba. Creyóse obligado a hablar, a fin de que la señora Derville no se enterase de lo que pasaba, y su voz, entona fue sonora y vibrante. En cambio, la de la señora de Renal reveló tanta emoción, que su prima, creyéndola indispuesta, le indicó la conveniencia de recogerse en sus habitaciones. Julián se dio cuenta del peligro que lo amenazaba.
“Si la señora de Renal se retira ahora al saló) -se dijo-, vuelvo a la horrible situación que me ha martirizado todo el día. Su mano ha permanecido demasiado poco tiempo unida a la mía para que constituya una ventaja positiva y durable”.

 

Henri Beyle, Stendhal




Henri Beyle, conocido como Stendhal, nació en la ciudad
francesa de Grenoble en 1783. De origen burgués, manifestó
desde pequeño un temperamento inquieto y rebelde.
Estudió teatro, desempeñó diversos cargos diplomáticos y viajó
al lado de Napoleón en sus campañas por Italia y Rusia. A su
regreso a Francia inició su carrera literaria y empezó a ganar
prestigio como escritor.
Tras la caída del Imperio de Napoleón, Stendhal se exilió
voluntariamente en Italia y fijó su residencia en Milán, ciudad a
la que amó profundamente. Tanto, que aunque murió en París
en 1842, mandó escribir en su lápida: Henri Beyle, milanés.

Stendhal vivió en pleno auge del Romanticismo y recibió su influencia. Sin embar­go, hoy en día es considerado uno de los iniciadores del Realismo literario.
Escribió ensayos y libros de viajes; pero su obra más importante pertenece al géne­ro narrativo. Sus novelas más destacadas son Rojo y Negro y La cartuja de Pama.
Las novelas de Stendhal son un testimonio de su época y, por lo tanto, de los per­sonajes surgidos durante los enfrentamientos políticos y las revoluciones de los tiem­pos de Napoleón. Es un mundo donde la intriga política y la ambición juegan un papel fundamental.
Stendhal es considerado el iniciador de la novela psicológica, pues analiza con pre­cisión la personalidad y reacciones de sus personajes, que aparecen cínicos, inmo­rales y ambiciosos para encubrir y disimular, bajo estos defectos, la gran sensibilidad que poseen.
A Stendhal no le interesó retratar hombres virtuosos y ejemplares, sino mostrar seres comunes y corrientes, con vicios y virtudes. Este es el principio fundamental del Realismo como forma literaria.
Así, por ejemplo, el protagonista de Rojo y Negro es un joven ambicioso que no duda en utilizar todos los recursos para triunfar. Sin embargo, sus problemas y debilida­des amorosos terminan arruinando su carrera.



1.  ¿Te parece que en el fragmento de la lectura se revela una penetración en la psicología de los personajes? Fundamenta tu respuesta con citas del texto.
2.   Explica con tus propias palabras cómo se manifiesta la personalidad de Sorel en el siguiente fragmento:
... Sintió que en su alma penetraban oleadas de placer, no porque amase a la señora Renal,
 que no cabía en su corazón sentimiento tan dulce, sino porque la realización de su empeño 
había hecho cesar el suplicio atroz que lo torturaba.
3.   Analiza atentamente el texto y determina si el narrador adopta o no una postura omnisciente. Justifica tu respuesta con ejemplos.






Eugenia Grandet pertenece a la serie Escenas de la vida provinciana. Eugenia es hija del usurero Félix Grandet, dueño de una gran fortuna. El avaro le ha ido regalando a Eugenia varias monedas de oro. Pero ella, enamorada de su primo Carlos Grandet, le ha regalado todo su dinero para que vaya a buscar fortuna en la India. Poco tiempo después de la partida, el avaro le pide a su hija que le muestre el oro, resolución fatal para Eugenia.

-¡Ah, ah, hijita! -dijo él, besando a su hija en las mejillas-; ¡ya ves cuánto trabajo por ti!... Quiero tu felicidad. Y para ser feliz hay que tener dinero. Sin dinero, ¡naranjas de la China! Mira, aquí tienes un napoleón todo nuevecito; lo he hecho venir de París. Por vida de..., que no hay aquí ni una pepita de oro. Tú eres la única que tiene oro. ¡Anda, enséñame tu oro, hijita!
-¡Bah! Hace mucho frío; almorcemos -respondió Eugenia.
-Bueno; lo dejaremos para después, ¿verdad? Eso nos ayudará a digerirlo bien todo. Ese gordiflón de des Grassins, al fin y al cabo, nos ha enviado todo esto -continuó-. Así que comed, hijitas, hasta hartaros, que no nos cuesta un céntimo. No se porta mal des Grassins; estoy contento de él El muy necio le hace un favor a Carlos y encima gratis. Está arreglando a pedir de boca los asuntos de ese pobre difunto Grandet. ¡Uuuuh, uuuuh! -dijo, con la boca llena, después de una pausa-. Y qué bueno está esto. ¡Come esto, mujer! Esto deja a uno alimentado para dos días.
Cuanto más alegremente hablaba y de mejor gana comía el viejo tonelero, tanto más se les encogía el corazón a aquellas dos mujeres. Pero la hija tenía un apoyo en aquel trance; sacaba fuerzas de su amor
“¡Por él, por él -decíase- sufriría mil muertes!"
Y       así pensando lanzaba a su madre miradas radiantes de valor
-Quita todo esto de aquí -díjole Grandet a Nanon cuando, a eso de las once, terminó el almuerzo-, pero déjanos la mesa. Así estaremos más cómodos para ver tu pequeño tesoro. Oyeme, Eugenia: es necesario que me des tu oro. A tu padre no se lo negarás, ¿verdad, nenita? -ninguna de las dos mujeres abría el pico-. Yo me he quedado sin pizca de oro. Tenía y ya no lo tengo. Yo te devolveré seis mil francos en libras y tú las colocarás de la forma que voy a decirte. No hay que pensar ya en la docena. Cuando yo te case, que será pronto, te encontraré un novio que aporte la más bella docena de que nunca se haya hablado en la provincia. Así es que escucha,

hijita. Se te presenta ahora una buena ocasión; puedes colocar ahora tus seis mil francos en valores públicos y cobrar cada seis meses cerca de doscientos francos de intereses, sin impuestos, ni reparaciones, ni granizo, ni helada, ni inundaciones, ni nada de cuanto amenaza a los ingresos. ¿Te duele, acaso, desprenderte de tu oro, hijita? Pues, aunque así fuere, tráemelo. Yo juntaré para ti monedas de oro, holandesas, portuguesas, rupias del Gran Mogol, genovesas, y, con las que te vaya dando en tus fiestas, de aquí a tres años habrás rehecho la mitad de tu lindo tesorillo en oro. ¿Qué dices, hijita? Levanta la nariz. Vamos, ve a buscarlo. En los ojos deberías besarme por decirte así los secretos y misterios de vida y muerte para los escudos. Verdaderamente, los escudos viven y se mueven como las personas; van y vienen, sudan y crían.
Levantóse Eugenia; pero, luego de dar unos pasos en dirección a la puerta, volvióse bruscamente, miró a su padre a la cara y le dijo:
-Yo no tengo ya mi oro.
-¿Que no tienes tu oro? -exclamó Grandet irguiéndose sobre sus corvas como un caballo que oye disparar un cañón a diez pasos de él.
-No; ya no lo tengo.
-Tú estás equivocada, Eugenia.
-No.
-¡Por vida de la podadera de mi padre!
Cuando el tonelero juraba así temblaban las vigas del techo.
-¡Dios santo! Madame se pone pálida -gritó Nanon.
-Grandet, me vas a matar con tus iras -dijo la pobre mujer.
-Ta..., ta..., ta..., ta..., vosotras, las de tu familia, tenéis siete vidas. Eugenia, ¿qué has hecho de tus monedas? -clamó abalanzándose a ella.
-Monsieur, -dijo la joven de rodillas a los pies de madame Grandet-, mi madre está muy mala, no la mate usted.


                                                                       Honoré de Balzac   



Honoré de Balzac nació en Tours, Francia, en 1799. Tuvo una
infancia y una adolescencia desdichadas. A los diecisiete años
se trasladó a París, en donde se estableció con gran estrechez
económica, pero con el anhelo de alcanzar la fama.
Vivió dedicado a la literatura, escribiendo sin reposo y acosado
siempre por deudas y acreedores.

A la manera de sus personajes, Honoré Balzac incorporó la
preposición “de" a su apellido, signo de distinción social en el
momento. En 1850 contrajo matrimonio con una condesa
polaca de la que se enamoró perdidamente. Desgraciadamente,
no pudo disfrutar mucho tiempo de su amor: ese mismo año, el
gran novelista falleció en París.





La comedia humana: un proyecto descomunal

Honoré de Balzac es uno de los escritores más fecundos en la historia de la litera­tura. Reunió su obra narrativa bajo un solo título, La comedia humana, que debía incluir 137 novelas, de las cuales alcanzó a publicar nada menos que 85.
Clasificó todas estas novelas en tres grupos: Estudios y costumbres, Estudios filosóficos y Estudios analíticos.
Estas tres partes de La comedia humana están también divididas. Así, por ejemplo, la sección de Estudios y costumbres incluye novelas agrupadas en las series Escenas de la vida parisina, Escenas de la vida provinciana, Escenas de la vida política, etc.
A través de esta gigantesca obra, Balzac pretendió explicar toda su época. El afir­mó lo siguiente:
Mi obra debe contener todos los tipos y todas las posiciones sociales, sin que una sola situación de la vida, un carácter de hombre o de mujer, una manera de vivir, una profesión, un aspecto social, un país francés, ni cualquier otra cosa referente a la infancia, a la vejez, a la edad madura o a la política, a la justicia o a la guerra quede olvidada.
Actualmente Balzac es conocido como el sociólogo de la novela, pues supo carac­terizar magistralmente todos los ambientes y personajes de la sociedad francesa que le tocó vivir.


ANÁLISIS

1.  Uno de los grandes méritos de Balzac fue su capacidad para construir, a través de unos
 pocos diálogos, un personaje consistente; es decir, un personaje al que uno puede imaginar perfectamente. Escoge y analiza pasajes de la lectura en los que se manifieste esta característica.




  ¿Por qué Balzac es llamado el sociólogo de la novela? ¿Qué tipos humanos y qué aspecto 
de la sociedad de su tiempo quiere reflejar en esta obra?
  ¿Crees que los personajes de Eugenia Grandet son verosímiles también en nuestros días?
 Justifica tu respuesta.


3.   ¿Qué características del Realismo están presentes en el texto de Balzac?





Madame Bovary narra la historia de Emma, una mujer casada con un médico muy bondadoso, pero sin grandes ambiciones. En una desesperada búsqueda de lo que ella cree que es la felicidad, cae en manos de Rodolfo, un hombre sin escrúpulos, quien finge amarla para jugar con ella. Emma, engañada y entusiasmada, decide huir con él. Pero Rodolfo no está muy convencido.

Al llegar al plazo señalado para la fuga,
Rodolfo pidió una prórroga de dos semanas, a fin de ultimar ciertos asuntos; después, al cabo de ocho días, pidió otra de quince; luego se fingió enfermo; tras de esto emprendió un viaje; transcurrió el mes de agosto, y después de todos estos retrasos acordaron que la fuga tuviera lugar irrevocablemente el lunes 4 de septiembre.
Llegó al fin el sábado, antevíspera de la marcha.
Rodolfo se presentó por la noche antes de la hora acostumbrada.
-¿Está todo listo? -preguntó Emma.
-Sí.
Entonces rodearon el jardín y fueron a sentarse cerca del terraplén, junto a la tapia.
-Estás triste -dijo Emma.
-No, ¿por qué he de estarlo?
Y                        la miraba, al decir esto, extrañamente y de muy tierna manera.
-¿Acaso porque te vas a marchar? ¿Porque abandonas tus afectos, tu vida? ¡Ah! Ya comprendo... Yo no tengo nada en el mundo... Tú lo eres todo para mí. También yo lo seré todo para ti; seré tu familia, tu patria; te cuidaré, te amaré.
-¡Qué encantadora eres! -dijo estrechándola entre sus brazos.
-¿De veras? -preguntó ella con voluptuosa sonrisa-. ¿Me amas? ¡Júramelo!
-¿Que si te amo? ¿Que si te amo? ¡Te adoro, amor mío! ¡Oh! ¡Qué hermosa noche! -dijo Rodolfo.
-¡De otras como ésta gozaremos! -repuso Emma.
Y       como hablándose a sí misma, añadió:
-Sí, será delicioso viajar... Sin embargo, estoy triste. ¿Por qué? ¿Es el miedo a lo desconocido?... ¿El abandono de las viejas costumbres?... ¿O más bien... ? ¡No! ¡Es el exceso de felicidad! ¡Qué débil soy! ¿No es cierto? Perdóname.
-Aún es tiempo -exclamó Rodolfo-.
Reflexiona; quizá te arrepientas.
-¡Jamás! -dijo impetuosamente la de Bovary.
Y       acercándose a él:
-¿Qué desgracia puede sobrevenirme? ¡No hay desierto, ni precipicio, ni océano que no esté

dispuesta a atravesar contigo! El lazo que nos une, a medida que más vivamos juntos, será como un abrazo cada día más estrecho, más completo. No habrá nada -cuidados ni obstáculos- que nos turbe. Viviremos solos el uno para el otro eternamente... Habla, respóndeme.
-iSí!... ¡Sí! -respondía, a intervalos regulares, Rodolfo.
-¡Rodolfo! ¡Rodolfo!... ¡Oh, mi querido Rodolfito!
Dieron las doce.
-¡Las doce! -dijo Emma-. ¡Otro día más!
¡Aún falta uno!
Rodolfo se levantó para marcharse, y como si el gesto que hiciera fuese la señal de la fuga, Emma, de pronto, con aire jovial dijo:
-¿Tienes los pasaportes?
-Sí.
-¿No olvidas nada?
-No.
-¿Estás seguro?
-Segurísimo.
-En el hotel de Provenza me esperarás a las doce, ¿no es cierto? El asintió con la cabeza.
-¡Hasta mañana pues! -dijo Emma tras de una última caricia. Y lo miró alejarse.
Rodolfo no volvía la cabeza. Corrió hacia él, e inclinándose, a orilla del río, por entre los matorrales:
-¡Hasta mañana! -exclamó.
Rodolfo se encontraba ya en la orilla opuesta y avanzaba por la pradera. Pasado un momento, Boulanger se detuvo, y cuando la vio desvanecerse en la sombra, con su blanco vestido, igual a un fantasma, fue tal su conmoción, que hubo de apoyarse en un árbol para no caer.
-¡Qué imbécil soy! -dijo lanzando un juramento espantoso-. Pero, ¡qué importa! ¡Ha sido una querida preciosa! Porque, en resumidas cuentas -exclamaba gesticulando-, yo no puedo expatriarme y cargar con una criatura.
Se decía tales cosas para afirmarse más en sus propósitos. (...)

                                     Gustave Flaubert








Gustave Flaubert nació en Rouen, Francia, en 1821. 
Fue hijo de
un médico acomodado. Gracias a eso, pudo dedicarse sin
preocupaciones a la literatura.
Estudió Derecho en París; pero nunca ejerció la carrera 
sino
que se retiró al campo para dedicarse por entero al oficio
 de
escritor. No tuvo familia y vivió toda su vida alejado de la
sociedad y de los placeres mundanos.

Debido a la severidad con que juzgaba sus propias obras, 
tardó mucho tiempo en publicarlas y en ser reconocido como escritor. Muchas de ellas se publicaron 
recién después de su muerte,
ocurrida en 1880.



La obra de Flaubert representa la cumbre del Realismo francés.
Siguiendo la tendencia del Realismo, describe los ambientes, observando y retra­tando fielmente la realidad. Flaubert se sitúa en una posición objetiva, fría, de sim­ple narrador de los conflictos que plantea en sus novelas.
Otra de las características de Flaubert es su estilo cuidado y perfecto. Se nota en su prosa una verdadera preocupación estética y una búsqueda de perfección for­mal.


Su novela más conocida es Madame Bovary, que fue el producto de seis años de tra­bajo y de intensa dedicación del autor. Entre sus obras figuran, además, Salambó y La educación sentimental.
Madame Bovary: análisis del alma humana

En esta novela, Flaubert muestra a sus personajes y las situaciones que viven con fría minuciosidad, como si fueran objetos estudiados y analizados en un laborato­rio.
Más que una crítica social, Flaubert quería poner de manifiesto la vulgaridad y la estupidez de la condición burguesa. Emma Bovary, por ejemplo, es una provincia­na que se cree muy culta y desprecia a su marido, a quien acusa de mediocre. Flaubert la ridiculiza y hace que sus apasionadas fantasías románticas resulten real­mente triviales.


ANÁLISIS

1.  Después de leer el texto, responde:
  ¿Qué siente Emma por Rodolfo? ¿Flaubert ridiculiza el amor de Emma Bovary?
Justifica tu respuesta.
  ¿Cómo se relaciona la actitud de Rodolfo con los principios burgueses del
 individualismo? Justifica tu respuesta.
2.  ¿El narrador se identifica o siente simpatía por alguno de los personajes? ¿Por qué?
3.  ¿Qué aspectos del Realismo se presentan en el fragmento de Madame Bovary?
 ¿Cómo contribuye la penetración psicológica en los personajes a crear la impresión de realismo?
4.  Elabora un paralelo entre el héroe característico del Romanticismo y el personaje 
de Emma. ¿En qué se asemejan? ¿En qué difieren?





Jacques y Pecqueux trabajan juntos en la locomotora de un tren y, durante muchos años, han sido amigos entrañables. Pecqueux tiene una novia llamada Philoméne. Un día sorprende a su amigo con su novia.

Aquella noche, Pecqueux llegó al depósito borracho. Al día siguiente que sorprendiera a Philoméne y Jacques, volvía a montar a la máquina 608 como fogonero de aquél sin que desde entonces aludiera en absoluto a aquello, torvo y ensombrecido, como si no osara mirar a su jefe. Pero éste lo notaba cada vez más y más rebelde, desobediente, gruñendo sordamente cada vez que se le ordenaba algo. Terminaron por no hablarse absolutamente nada. Aquella chapa movediza, aquella minúscula plataforma que los llevara antaño, tan unidos, no era ya más que el angosto campo de pugna de su rivalidad. Acrecido el rencor hasta convertirse en odio, iban a devorarse sobre aquellos escasos pies cuadrados que huían a toda velocidad y de los que los hubiera despeñado la mínima sacudida. Aquella noche, al ver borracho a Pecqueux, Jacques desconfiaba, sabiéndolo demasiado astuto para enfadarse abstemio, pues la bestia sólo se desencadenaba en él por el vino. El tren que debía salir a las dieciocho lo hizo con retraso. Ya era de noche cuando cargó a los soldados como a corderos en vagones de ganado.
Jacques miró inmediatamente al cielo, ocultas las estrellas por una neblina de tormenta. La noche sería obscurísima, sin que el más leve soplo agitara el aire abrasador, y hasta el airecillo de la marcha, siempre tan fresco, parecía tibio. En el horizonte no se veían otras luces que el vivo chisporroteo de las señales. Subió la presión para subir la pronunciada rampa de Harfleur a Saint- Romain. No obstante estudiarla desde hacía ya seis semanas, no dominaba aún a la nueva máquina 608, demasiado nueva y caprichosa, cuyos juveniles arrebatos seguían sorprendiéndole. Esta noche la sentía particularmente reacia, fantástica, presta a embalarse por algunos pocos pedazos de carbón de más. La lamparilla de nivel de agua sumía la plataforma en una penumbra a la que el rojo resplandor de la boca del hogar tomaba violácea. Apenas si distinguía a su fogonero, y ya por dos veces sintió en sus rodillas corno dedos que trataran de agarrarlo. Pero aquello no era sino torpezas de borracho, oyéndole corno lo oía barbotear entre el estruendo de la

marcha, mientras partía el carbón a martillazos desproporcionados, discutiéndole a la pala. A cada minuto abría el hogar, arrojando combustible sobre la parrilla en forma disparatada.
-¡Basta! -gritó Jacques.
El otro fingió no oírlo, y continuó palada tras palada, y como el maquinista le agarrara del brazo, se volvió amenazador, metido ya en la tan buscada disputa, enardecido por la furia siempre en aumento de la borrachera.
-iNo me toques o te sacudo!... ¡Me gusta ir de prisa!
A la sazón el tren corría a toda velocidad sobre la meseta que va de Bolbec a Motteville. Debía seguir de un tirón a París sin más paradas que las fijadas para tomar agua. La enorme masa de dieciocho vagones cargados, llenos de ganado humano, atravesaba la negra campiña con un rumor continuo. Y aquellos hombres a quienes arreaban a la matanza cantaban y cantaban a voz en cuello con tal clamor, que apagaban el ruido de las ruedas.
Jacques cerró la puerta del hogar con el pie. Luego, maniobrando el inyector de agua, se contentó con decirle:
-Hay demasiado fuego... Si está borracho, duerma.
Inmediatamente Pecqueux se puso a echar carbón furiosamente, como si quisiera hacer estallar la máquina. Era la rebeldía, las órdenes desobedecidas, la exasperada pasión, indiferente a todas aquellas vidas humanas. Y como el propio Jacques en persona se hubiera agachado para tirar de la palanca del brasero, el fogonero lo agarró bruscamente, empujándolo para tirarlo a la vía de un empellón.
-¡Canalla! Era eso..., ¿verdad? ¡Dirías que me había caído, miserable!
Asidos a uno de los bordes del ténder, resbalaron unidos, continuaron forcejeando sobre el puentecillo de chapa de palastro, cuyo bailoteo infernal no cesaba un momento. (...)

                                   



         EMILE ZOLA




El novelista Emile Zola nació en París en 1840.

Al inicio de su carrera literaria vivió serias dificultades y
estrecheces económicas que lo obligaron a ocupar una
miserable buhardilla. Decidió entonces dedicarse al periodismo,
oficio que le permitió publicar sus primeras novelas. A partir de
entonces vivió exclusivamente de su trabajo como escritor.
Participó impetuosamente en política y se solidarizó con las
protestas sociales de los obreros y trabajadores. Debido a estas
actividades debió exiliarse en Inglaterra.


Tras conseguir el indulto regresó a su ciudad natal, donde murió
en el año 1902.


El novelista Emile Zola es el iniciador y maestro indiscutible del Naturalismo, pues fue el primero en propugnar la aplicación del método científico a la creación litera­ria.
Así, los personajes de Zola están siempre determinados por la herencia genética, el ambiente que los rodea y el momento en que viven. Es decir, su conducta y reac­ciones no dependen de su voluntad sino de factores externos, así como sucede con cualquier otro fenómeno de la Naturaleza.
Zola presenta entonces una visión de la vida totalmente externa, atribuyendo un sen­tido fatalista a los personajes y sus conductas.




El pensamiento de Zola se expresa en su obra sobre los Rougon Macquart, una serie de veinte novelas en las que el autor analiza a una familia de neuróticos a lo largo de tres generaciones.
Zola buscaba probar la doctrina naturalista en sus novelas y, para ello, elegía siem­pre ambientes bajos y sórdidos. Sus tema, recrean hechos duros y desagradables, como las enfermedades hereditarias, el alcoholismo, la prostitución y la degenera­ción de la persona.


Entre las novelas que componen la serie de los Rougon Macquart, destacan Naná, Germinal y La bestia humana.




1.  Ubica en el texto la siguiente frase y explica lo que significa:


Jacques desconfiaba, sabiéndolo demasiado astuto para enfadarse 
abstemio, pues la bestia sólo se desencadenaba en él por el vino.


2.  ¿Qué aspecto de la naturaleza humana quiere mostrar Zola en esta novela? 
¿Te parece que esta manera de ver al ser humano es propia del Naturalismo? 
¿Por qué?


3.  Comenta la actitud del narrador de esta novela: ¿Es frío y distante? 
¿Se identifica con el sentir de los personajes, o sólo relata desde fuera lo que 
ellos hacen?


4.   Prepara una exposición en la que compares los principios del Naturalismo 
con los del Romanticismo.





Rodion Raskolnikov, un joven y humilde estudiante de Derecho, acaba de asesinar a una vieja prestamista con la intención de robarle. Además, se ve obligado a matar a la hermana de su víctima, quien ha sido testigo del crimen. Huye sin ser visto, pero es presa de los nervios y, ya en su casa, empieza a vivir una verdadera pesadilla...

En el primer instante pensó que se había vuelto loco. Un frío tremendo se apoderó de él pero aquel frío provenía de la fiebre, que hacía ya rato le había entrado en el sueño. Ahora también, de pronto, le acometió tal temblor, que los dientes parecían ir a saltársele, y todo su cuerpo se agitaba. Abrió la puerta y aguzó el oído: en la casa todo estaba en profundo sueño. Atónito, miróse él y giró la mirada por todo el cuarto y no comprendió; ¿cómo había podido, al entrar la noche antes, no cerrar la puerta con el picaporte y echarse en el diván, no tan sólo vestido, sino hasta con el sombrero puesto, el cual había rodado al suelo y allí estaba caído, cerca de la almohada?
(...) Asomóse a la ventana. Había ya luz bastante, y en seguida procedió a examinarse toda la persona, de los pies a la cabeza, y todo su traje; ¿no guardaría vestigios? Pero así era imposible; temblando con los escalofríos de la fiebre, desnudóse y volvió a repasarlo todo. Pero no había nada, al parecer; ninguna huella: sólo en aquel sitio donde el pantalón, por abajo, formaba un reborde y se deshilacliaba, en aquel reborde había unas espesas manchas de sangre. Cogió un gran cuchillo plegable y cortó aquella franja. Más, al parecer, ya no había. De pronto recordó que el portamonedas y los objetos que sacara del arca de la vieja, todo eso hasta entonces lo tenía guardado en el bolsillo. ¡Hasta entonces no se había acordado de sacarlos y esconderlos! No se había acordado de ellos, ni siquiera cuando hacía un momento estuvo revisando el traje. ¿Cómo había sido aquello?... En un instante procedió a sacarlos y arrojarlos encima de la mesa. Después de volcarlo allí todo y vaciar los bolsillos para estar seguro de que no quedaba ya nada en ellos, fue y lo llevó todo a un rincón. Allí, en el rincón mismo, abajo, había un sitio donde colgaban jirones de papel de la habitación; inmediatamente procedió a esconderlo todo en aquel agujero, por debajo del papel: “¡Ya está! ¡Fuera todo y el portamonedas también!”, pensó con alegría, incorporándose y mirando estúpidamente al rinconcillo, donde el agujero resaltaba ahora más. De pronto dio un

respingo de terror: ¡Dios mío! -murmuró desolado-. ¿ Qué es lo que me sucede? ¿Es que esto está escondido? ¿Es que así se esconden las cosas?
Verdaderamente, no había contado con aquellos objetos; pensaba que todo se reducía a dinero, así que no había dispuesto de antemano ningún sitio. "Pero ahora, ahora, ¿por qué alegrarme? -pensó-. ¿Acaso los he escondido? ¡En verdad que la razón me abandonar Extenuado, sentóse en el diván, e inmediatamente un temblor insufrible acometióle de nuevo. Maquinalmente tornó su sobretodo de estudiante, de invierno, que estaba doblado encima de una silla, que era de abrigo, aunque ya todo hecho jirones; cubrióse con él, y el sueño y la fiebre volvieron a dominarle. Adormilóse.
A los cinco minutos nada más volvió a levantarse de un brinco y púsose a examinar de nuevo, atónito, su traje. “¿Cómo he podido volver a dormirme sin haber hecho nada?” (...) “¿Será que ya empieza, que ya está empezando la expiación? ¡Nada, nada, eso es!” Efectivamente, los trozos del pantalón, que había arrancado, estaban allí, tirados en el suelo, en medio del cuarto, de modo que podía verlos el primero que entrase. -Pero ¿qué es lo que pasa?-, volvió a exclamar corno enajenado. (...)
De pronto recordó que también en el portamonedas había sangre. “¡Bah! Así debía de ser, y también en el bolsillo tiene que haberla, porque me metí en él el portamonedas húmedo!” En un instante desdobló el forro del bolsillo, y así era: en el forro del bolsillo había huellas, manchas. "Por lo visto, no me ha abandonado del todo la razón; por lo visto, conservo todavía discernimiento y memoria, cuando caí en eso y lo adiviné -pensó triunfalmente, respirando profunda y gozosamente a pleno pulmón-. Se trata, sencillamente, de la debilidad de la fiebre. Había hecho con todo ello un bulto, que estrujaba en la mano, y permanecía en pie, en mitad de la habitación.

Fedor Dostoievski







Fedor Dostoievski nació en Moscú en 1821. Debido a sus
actividades políticas como miembro de un grupo socialista, fue
condenado a muerte en 1849. Fue indultado cuando estaba
frente al pelotón de fusilamiento, pero desterrado a Siberia por
cuatro años. Esta terrible experiencia le originó una epilepsia
nerviosa de la que nunca se recuperó.


Tras su liberación, colaboró en importantes revistas y
publicaciones de la época. En 1867, enfermo, roído por la
pasión del juego y perseguido por sus acreedores, Dostoievski
abandonó Rusia. Durante su permanencia en el extranjero vivió
los años más fecundos de su actividad literaria. Posteriormente
volvió a Rusia, donde reanudó su labor como periodista. Murió
en 1881.


La vida y la obra de Fedor Dostoievski están estrechamente relacionadas, pues sus novelas recogen algunos de los dramáticos acontecimientos que le tocó vivir. En su obra vemos a personajes de todas las clases sociales, atormentados y sometidos a graves y complicados problemas.
Dostoievski escribió numerosas novelas. Las más importantes son Crimen y castigo, El jugador, El idiota y Los hermanos Karamazov.


Crimen y castigo es la novela más conocida de Fedor Dostoievski. Los temas, perso­najes y tratamiento del asunto de esta novela abren nuevos caminos en el arte de narrar. Por esta razón a Dostoievski no se le puede concebir como un realista. Esta característica es común a todos los escritores rusos de su tiempo.
El manejo de los recursos narrativos de este escritor supera la simple descrip­ción: con maestría singular logra que la intensidad de las acciones crezca de forma rítmica, a la vez que contrapone con habilidad el humor y el horror. El conjunto de la obra de Dostoievski ha sido considerada como de tendencia nihilista. En este sentido, se entiende plenamente la reflexión de Raskolnikov: estar por encima de las convenciones morales y sociales. Por esta razón, el realismo en las obras de Dostoievski es desplazado por una realidad emotiva que adquiere significados tras­cendentes.



ANÁLISIS

1.  El fragmento muestra un sentimiento del protagonista que va in crescendo, hasta hacerse insostenible. ¿Cuál es? Justifica tu respuesta.
a)  El arrepentimiento.
b)  Lá culpa y la angustia.
c)  La insensibilidad.
d)  La incertidumbre.


2.  Observa que se interrumpe frecuentemente el discurso del narrador con los pensamientos del personaje. ¿Por qué razón Dostoievski emplea este recurso?
3.  Con base en la lectura, explica de qué manera Dostoievski se aparta de los preceptos del Realismo.




Natacha es una bella joven de la aristocracia que conoció al príncipe Andrei Bolkonski en un baile y se enamoró perdidamente de él. El príncipe parece sentir lo mismo por ella, pero la muchacha está inquieta por su súbita desaparición. Natacha hace serios esfuerzos por olvidarlo. Pero un día, el príncipe aparece en su casa.

La puerta de la entrada se abrió y alguien preguntó si estaban en casa. Se oyeron unos pasos; Natacha se miraba al espejo, pero ya no se veía. Escuchaba los ruidos del vestíbulo. Cuando se vio en el espejo, su rostro estaba pálido. Era el Natacha lo sabía con toda certeza, a pesar de que apenas oyera su voz detrás de las puertas cerradas. Pálida y asustada, corrió al salón.
-Mamá, ha llegado Bolkonski -dijo-. Mamá, es horrible, es insoportable. No quiero sufrir ¿Qué debo hacer?
La condesa no tuvo tiempo de contestar, cuando ya el príncipe Andrei, con el semblante serio e inquieto, entró en el salón. En cuanto vio a Natacha, su rostro resplandeció. Besó la mano a la condesa y a Natacha y tomó asiento junto al diván.
-Hace mucho que no hemos tenido el gusto... -empezó la condesa.
Pero el príncipe Andrei la interrumpió contestándole, y, al parecer, dándose prisa en decir lo que debía.
-No he venido a verlas a ustedes en lodo este tiempo porque fui a visitar a mi padre; tenía que hablar con él de un asunto muy importante. He vuelto anoche -explicó, mirando a Natacha-. Necesito hablar con usted, condesa. La condesa suspiró profundamente y bajó la vista.
-Estoy a su disposición- pronunció.
Natacha sabía que debía marcharse, pero no era capaz de hacerlo. Algo le apretaba la garganta y permaneció mirando al príncipe Andrei con los ojos muy abiertos, de un modo descortés.
“¿Ahora mismo, en seguida... ? No puede ser”, pensó.
-Vete, Natacha; te llamaré después -dijo la condesa.
La muchacha miró al príncipe Andrei y a su madre con expresión asustada y suplicante y abandonó la estancia.
-Condesa, he venido a pedir la mano de su hija -pronunció el príncipe Andrei. El rostro de la condesa se cubrió de rubor, pero no contestó.
-Su proposición... -dijo al fin gravemente, mientras el príncipe Andrei callaba, mirándola a

los ojos-, su proposición... -añadió turbándose- nos es agradable y... la acepto; estoy contenta; espero... que mi marido..., pero eso depende de ella misma...
-Hablaré con ella cuando tenga el consentimiento de usted. ¿Me le concede?
-preguntó el príncipe Andrei.
-Sí- replicó la condesa, tendiéndole la mano.
Voy a llamar a Natacha- dijo la condesa, saliendo  de la habitación. Soma le dijo que Natacha había ido a su dormitorio. Estaba sentada sobre la cama; pálida y con los ojos secos miraba el icono, y  persignándose, murmuraba algo. Al ver a su madre, saltó de la cama y corrió hacia ella.
-¿Qué hay, mamá...? ¿Qué hay?
-Ve, ve a verlo. Ha pedido tu mano -replicó la condesa con frialdad, según le pareció a Natacha- \ Ve, ve -añadió, suspirando con tono triste y lleno de reproche, en pos de su hija, que iba corriendo.
Natacha no recordaba después cómo había entrado en el salón; al cruzar la puerta y ver al principe Andrei, se detuvo. "¿Es posible que ese hombre extraño pueda ser ahora todo para mí?", se preguntó, contestándose inmediatamente: “Sí, lo es todo. Me resulta ahora más preciado que nada en el mundo".
-Me he enamorado de usted desde el primer momento que la vi. ¿Puedo esperar...?
La expresión grave y apasionada del semblante | de Natacha le sorprendió. Parecía decir: “¿Por qué preguntarlo? ¿Para qué hablar cuando no se puede expresar con palabras lo que se siente?”.
El príncipe Andrei le estrechaba las manos mirándola a los ojos, pero no encontraba en su alma su antiguo amor por ella. De pronto algo había cambiado en él; no existía ya el antiguo encanto poético y misterioso del deseo, sino una compasión hacia su debilidad de mujer, de niña, miedo ante su ternura y su confianza y la conciencia, penosa y alegre a la vez, del deber que lo ligaba para siempre a ella. Su sentimiento actual sin ser ya tan puro ni tan poético como antes, era más intenso y más profundo.

                   LEÓN TOLSTOI





El novelista León Tolstoi nació en 1828 en lasnaia Poliana,
Rusia. Fue hijo de una familia noble. Realizó estudios en
Francia, Suiza y Alemania, pero los abandonó para dedicarse al
oficio de granjero en las tierras de su familia. Allí desarrolló
también sus actividades literarias y se dedicó a luchar por los
derechos de los campesinos rusos.

Después de los cincuenta años, obsesionado por cuestiones
morales y sociales, se convirtió al cristianismo y renunció a casi todos sus bienes personales. Se dedicó entonces a propagar sus ideas religiosas y a atacar a la iglesia ortodoxa rusa, que finalmente lo excomulgó. En 1910 escapó de su casa debido a serias desavenencias familiares. Murió durante la huida, en una estación de ferrocarril.



León Tolstoi es uno de los más importantes narradores rusos. En todas sus novelas puso de manifiesto un profundo sentido social y una reflexiva y crítica visión de la sociedad aristocrática de su época. Sus personajes son profundamente humanos, enfrentados a difíciles decisiones en las que se cuestionan sus principios éticos y morales. El narrador con frecuencia logra presentar sus más íntimos conflictos con una sutileza difícil de lograr. En este sentido, Tolstoi es fiel a un principio enuncia­do por él mismo: la primera condición de la popularidad de un autor... es el amor con el que trata a todos sus personajes.




El realismo de Tolstoi y la emotividad con que retrata a sus personajes ha fascina­do siempre a los cineastas que han llevado a la pantalla sus dos mejores y más famo­sas novelas: Ana Karenina y Guerra y paz.
Ana Karenina es un fiel retrato de la sociedad aristocrática de su época a través de la historia de dos parejas: una legítima, dulce y tranquila y la otra ilegal, escandalo­sa y apasionada. Guerra y paz narra los avatares de diversos personajes durante la guerra del pueblo ruso contra los ejércitos napoleónicos.
Más allá del interés que puede despertar el argumento de las novelas, se encuentra la forma como el narrador en la obra de Tolstoi logra separarse de la descripción objetiva y fría, para llevar al lector a compartir las inquietudes fundamentales de los personajes. Este rasgo aparta a Tolstoi de la concepción realista. El fin último de la creación literaria es, para Tolstoi el siguiente: la meta del artista no es resolver un pro­blema de forma irrefutable, sino hacernos amar la vida en todas sus manifestaciones.





ANÁLISIS

1.  Analiza el último párrafo de la lectura. Explica el sentido que tiene la transformación
 del sentimiento amoroso del príncipe.
2.  Los personajes de Tolstoi atrapan fácilmente el interés del lector, puesto que el 
narrador nos los revela en sus verdaderos sentimientos, con gran sencillez y sutileza. 
Indica cuatro rasgos de carácter de los tres personajes que aparecen en este fragmento.
 Luego señala qué partes del texto revelan estos rasgos.




Es una clara tarde de invierno. La fuente helada cubre de fina escarcha plateada el cabello que cae sobre las sienes de Nadeñka, que va cogida de mi brazo, y el vello de su labio superior. Nos encontramos en la cima de una alta montaña, y desde nuestros pies a la tierra se extiende una pendiente superficie en la que el sol se mira como en un espejo. A nuestro lado hay un pequeño trineo tapizado de paño rojo vivo.
-¡Bajemos en trineo, Nadejda Petrovna! ¡Se lo suplico!... ¡Siquiera una vez!... ¡Sólo una vez!... ¡Le aseguro que saldremos de él sanos y salvos!
(...)
Por fin, Nadeñka cede. Su cara me dice que accede a arriesgar su vida. La ayudo a sentarse, pálida y temblorosa, en el trineo; la rodeo con el brazo y, juntos, nos precipitamos al abismo.
El trineo vuela corno una bala, y el aire, que la velocidad hace cortante, nos azota la cara, ruge, silba en nuestros oídos, nos desgarra y pellizca haciéndonos daño por pura malignidad. Diríase que pretende arrancarnos la cabeza de los hombros. La violencia del viento nos impide respirar, y parece que el mismo diablo nos ha apresado entre sus garras y con un rugido nos arrastra al infierno. Todo cuanto nos rodea se ha convertido en una larga y vertiginosa cinta... ¡Un instante más y pereceremos!
-¡La amo, Nadia! -digo a media voz.
El trineo ahora corre cada vez más despacio y el rugido del viento y el zumbido de los patines son ya menos terribles, la respiración no se entrecorta y ¡al fin llegarnos!
Nadia está más muerta que viva: pálida y apenas sin aliento... La ayudo a levantarse.
-¡Por nada del mundo volvería a bajar! -dice, mirándome con ojos muy abiertos, llenos de espanto-; ¡por nada del mundo! ¡He estado a punto de morirme!
Poco después, ya recobrado el equilibrio, me mira con una interrogación en los ojos. ¿Fui yo el que dijo aquellas palabras o se le figuró tan sólo oírlas en el ruido y el torbellino?... Estoy a su lado, fumo y me miro atentamente un guante. Le doy mi brazo y durante largo rato paseamos por la falda de la montaña, pero el enigma es indudable que la tiene intranquila. ¿Se pronunciaron aquellas palabras..., ¿sí o no?... ¿Sí
o no?...

¡Oh, qué juego de expresiones en el amable rostro!... La veo luchar consigo misma..., quiere preguntarme algo y no encuentra las palabras... Está tensa, temerosa y la alegría le impide hablar...
-¿Sabe una cosa ? -dice de pronto, sin mirarme.
-¿Qué? -pregunto yo.
-¡Que podríamos bajar otra vez! (...)
Desde aquel día, Nadeñka y yo comenzamos a ir diariamente a la pista de patinaje, y siempre que bajamos en el trineo pronuncio a media voz las mismas palabras:
-¡La amo, Nadia!
Pronto, del mismo modo que llega uno a habituarse al vino o a la morfina y no puede vivir sin ellos, se habitúa Nadeñka a aquella frase.
Cierto que el volar montaña abajo sigue dándole mucho miedo; pero ahora ese miedo y ese peligro prestan un encanto especial a unas palabras de amor que continúan representando un enigma que le tortura el alma. Los sospechosos somos el viento y yo... ¿Cuál de los dos declara su amor?,.. No lo sabe; pero, al parecer, le es indiferente no saberlo. Lo de menos es el recipiente en que bebemos; lo esencial es estar borracho.
Una vez, llegado el mediodía, fui solo a la pista. Mezclado entre la gente vi a Nadeñka dirigirse a la montaña, buscándome con la vista. Luego la vi subir tímidamente por la escalera... ¡Le da mucho miedo bajar sola!... ¡Oh, cuánto miedo tiene!... Está pálida como la nieve, tiembla,  y su paso es el del que va al martirio, aunque avanza decidida, sin volver la cabeza. Ha resuelto probar, averiguar si las asombrosas y dulces palabras se oyen también cuando yo no estoy. La veo cómo, pálida y con la boca abierta por el espanto, cerrando los ojos y despidiéndose de la tiara para siempre, se sienta sobre el trineo y se lanza montaña abajo...
"¡Uuuuuuu!" zumban los patines.
No sé si Nadeñka ha oído aquellas palabras... La veo solamente salir sin fuerzas del trineo..., débil, muy débil... Se lee en su cara que ella misma no sabe si ha oído algo o no.
El miedo sufrido durante la bajada la ha privado de la capacidad de percibir, de distinguir los sonidos y de comprender. (...)


Anton Chejov







Anton Chejov nació en Taganrog, Rusia, en 1860.
Fue hijo de un modesto comerciante y debió realizar verdaderos
esfuerzos para poder estudiar medicina. Para ganar algo de
dinero durante su época de estudiante, publicaba pequeños
relatos de humor en algunas revistas.

Sus textos tuvieron un éxito enorme. Más adelante, su profesión
de médico lo llevó a conocer de cerca los sufrimientos de la
gente de pueblo y a plasmar estas terribles experiencias en sus
obras. Por último, a los treinta años, abandonó la medicina para
dedicarse por completo a la literatura.

Falleció en el año de 1904.



Junto a los dos grandes novelistas rusos Dostoievski y Tolstoi, Chejov destaca como autor de relatos breves en su extensión, pero inolvidables por su profundo lirismo. En sus relatos, Chejov extrae principios esenciales de la condición humana a partir de sucesos de poca importancia; además, elimina todas las circunstancias y perso­najes secundarios para concentrar la fuerza expresiva del relato.
Su estilo conciso se ajusta perfectamente al relato corto, género que fue adquirien­do cada vez más fama y que actualmente tiene incontables seguidores.



Las piezas dramáticas de Chejov son obras con muy poca acción, que reflejan en la escena diversas situaciones de la vida cotidiana.
De esta manera, Chejov rompió con las obras dramáticas truculentas, de persona­jes en situaciones desesperadas, que estaban de moda en el teatro de aquella época.
Lo más valioso de la obra dramática de Chejov es el minucioso estudio de los caracteres de los personajes -que son gente común y corriente- A partir de este estudio, logra que los personajes revelen, a través del diálogo, las pequeñas sutilezas de su espíritu y la forma como sienten los acontecimientos que viven. De esta mane­ra, abandona la tendencia descriptivista del Realismo, para centrar su atención en la percepción individual y en la forma como ésta se manifiesta en las acciones del individuo.
Al igual que Dostoievski y Tolstoi, la obra de Chejov se aparta de los principios rea­listas en función de una subjetividad moderada y sugerente.



ANÁLISIS


1.  ¿Cómo se revelan los sentimientos y emociones de los personajes del cuento 
Una bromita en el episodio del trineo?


2.  Analiza y explica la forma como el narrador compone los elementos de la historia 
de tal manera que la tensión del episodio del trineo crece paulatinamente.


3.  Explica la forma como el narrador describe los personajes. ¿Cuál de ellos se
 presenta de forma más clara? ¿Por qué?


4.  El episodio del trineo es descrito con suma sencillez. ¿En qué aspectos la 
descripción se aparta de los principios del Realismo? Justifica tu respuesta.



David Copperfield, huérfano de padre, vive con su madre y con su padrastro, quien
 nunca lo ha querido. Poco antes de cumplir los nueve años, David es enviado por 
su padrastro a estudiar en un internado de Londres. En el camino hacia el internado 
se detiene a comer en una posada. El camarero le avisa que su comida está servida.

-¡Ea, hombrecito! ¡Acercaos!
Le di las gracias, y me senté a la mesa; pero me resultó extraordinariamente difícil manejar mi cuchillo y tenedor con un poco de destreza, o no salpicarme de salsa, mientras él permaneciese en pie frente a mí, mirándome fijamente y haciéndome sonrojar de un modo terrible cada vez que nuestras miradas se encontraban. Cuando vio que yo acometía a la segunda chuleta, dijo:
-Hay media pinta de cerveza para vos. ¿Os la sirco ahora ?
Le di las gracias y le contesté que sí El entonces la escanció desde el jarro en un gran vaso y puso éste a contraluz para resaltar su belleza, diciendo:
-¡Por vida mía, que parece mucho! ¿No es cierto?
Parece mucho, en efecto -contesté sonriente, porque me resultaba agradable el que se mostrase tan simpático. Era un hombre de ojos chispeantes, cara granujienta y pelo en punta; viéndolo con un brazo en jarras, manteniendo con la otra mano el vaso a la luz, producía una impresión perfectamente amistosa.
-Ayer pasó por aquí un caballero corpulento que se llamaba Topsawyer -dijo-. ¿Lo conocéis acaso?
-No -contesté-: creo que no.
-Un caballero con briches y polainas, sombrero de ala ancha, chaqueta gris, bufanda jaspeada -dijo el camarero.
-No -dije vergonzosamente-, no tengo el gusto.
-Llegó -dijo el camarero mirando la luz a través del vaso de cristal-, pidió un vaso de esta cerveza... mandó que se le sirviese...: yo le dije que no bebiera...; la bebió y cayó muerto... Era demasiado añeja para él. La verdad es que yo no hubiera debido servírsela. Pero, veamos -dijo el camarero, sin dejar de mirar la luz a través del vaso, cerrando uno de los ojos-, aquí no les gusta que se pidan las cosas y no se tomen. Es cosa que los ofende. Pero, si lo queréis, yo beberé la cerveza. Estoy acostumbrado a ella, y la costumbre lo es todo. No creo que a mí me haga daño si echo mi cabeza hacia atrás y la bebo rápidamente. ¿Debo hacerlo?

Le contesté que le quedaría muy agradecido si  la bebía, siempre que él creyese que podía hacerlo  sin peligro; pero que, en caso contrario, no la bebiese de ningún modo. Confieso que cuando echó su cabeza hacia atrás y se la bebió de golpe experimenté un miedo horrible de que le ocurriese igual desgracia que al llorado señor Topsawyer y que se desplomase sin vida sobre la alfombra. Pero  no le hizo daño alguno. Al contrario, pareció mucho más vivaracho después de haber bebido la  cerveza.
-¿Qué es lo que tenemos ahí? -dijo, metiendo un tenedor en mi fuente-. ¿No serán chuletas?
-Chuletas son -dije.
-¡Bendito sea Dios! -exclamó-. Ignoraba que fuesen chuletas. Son precisamente las chuletas lo más indicado para contrarrestar los malos efectos de esa cerveza. ¿No es verdadera suerte la mía?
Agarró, pues, una chuleta por el hueso con una mano y una patata con la otra, comiéndosela con muy buen apetito y con extraordinaria satisfacción \ mía. A continuación, echó mano a otra chuleta y a otra patata, y después de comérselas, hizo lo mismo con otra chuleta y otra patata. Una vez que se las comió, me trajo un budín, lo colocó delante de mí y pareció quedarse ensimismado durante algunos momentos, rumiando una idea.
-¿Cómo está el pastel? -preguntó, saliendo de su ensimismamiento.
-Es un budín- le contesté.
-¡Budín! -exclamó-. ¿Pero cómo? ¡Es un budín, en efecto! -dijo mirando de más cerca-. ¿Queréis decir que es un budín de pasta batida?
-Eso es precisamente.
-Pero ¿cómo? ¡Si el budín que yo prefiero es precisamente el de pasta batida! -exclamó, empuñando una cuchara-. ¿Seré hombre afortunado? Ea, pequeño, veamos quién come con  mayor apetito.
Desde luego que fue el camarero quien se comió  la parte mayor. Creo que no he visto a nadie comer un budín con tanto deleite; y, una vez que  el budín desapareció, se echó a reír y siguió como  saboreando lo que había comido. (...)



Charles Dickens




Nació en Portsmouth, Inglaterra, en 1812. Su padre perdió
todos sus bienes y fue encarcelado por deudas cuando Charles
era todavía muy pequeño. Fue así que, a los diez años de edad,
Dickens entró a trabajar en una fábrica para ayudar
económicamente a su familia. Esta experiencia marcó su vida y
su obra literaria.
Años más tarde, trabajó como ayudante de un abogado y
empezó su actividad literaria. Tras la publicación de sus
primeras novelas, se hizo famoso y logró vivir con holgura
económica. Viajó por Norteamérica y pronto alcanzó también el
éxito en esas tierras.
Murió en Gadshill, Inglaterra, en 1870.




La primera obra importante de Dickens, Papeles postumos del Club Pickwick, es una serie de historietas que, con mucho humor, critican a la sociedad y a las costumbres inglesas. Escribió además otros relatos breves entre los que destacan sus Cuentos de Navidad, una de las piezas más conocidas de la literatura infantil. A partir de 1837, Dickens se acerca al Realismo a través de la novela social, preocupándose por la vida y el destino de las personas humildes de los barrios londinenses y, en particular, los niños. Publica entonces Oliver Twist y David Copperfield, dos novelas que contienen numerosos elementos realistas. Ambas fueron muy leídas en su tiempo.




La obra de Charles Dickens se distingue por dos rasgos principales: la viveza de su estilo y el humorismo bondadoso.
Por un lado, cautiva a sus lectores con su incomparable poder para dar vida a los personajes y ambientes. Por otro, el narrador muestra claramente la emoción y ter­nura que siente ante los personajes. Su bondad lo hace reaccionar con humor, y no con amargura.
La escritura de Dickens se caracteriza por su vigor poético y por su compleja evo­lución. En el conjunto de su obra siempre se conserva una agudeza de visión como narrador y como creador de personajes. En este sentido, la obra de Dickens plan­tea siempre al lector una pregunta fundamental: ¿cómo saben los hombres quiénes son?



ANÁLISIS

1.  Basándote en lo que has leído, ¿cómo definirías a David Copperfield como personaje? ¿De qué manera el narrador nos revela su condición?
2.  ¿Qué rasgos de los personajes del fragmento de la lectura se exageran? ¿Qué efecto se logra con este recurso?
3.  Comenta de qué manera los siguientes elementos del relato logran establecer una profunda relación entre el lector y los personajes:
  La narración en primera persona.
  La percepción del protagonista.
  La presentación de personajes humorísticos en roles antagónicos con el protagonista.




La importancia de llamarse Ernesto

La siguiente escena se desarrolla una tarde en casa del joven Algernon, uno de los protagonistas de esta historia. Allí se produce un encuentro entre su amigo Jack Whorting -que se hace llamar Ernesto- y Gwendolen, prima de Algernon.


Jack.- Hace un día encantador, miss Fairfax. Gwendolen.- Le mego que no me hable del tiempo, mister Worthing Siempre que la gente me habla del tiempo me parece que quieren decir otra cosa. Y eso me pone nerviosa.
Jack.- Yo quiero decir otra cosa.
Gwendolen.- Eso pensé yo, y no suelo equivocarme.
Jack. - Me aprovecharé de la ausencia temporal de lady Bracknell...
Gwendolen.- Debo advertirle que mamá tiene Ja costumbre de entrar de repente en las habitaciones, hasta tal punto que a veces me he visto obligada a hacérselo notar.
Jack.- (Nerviosamente). Miss Fairfax, desde que la vi por primera vez la admiré más que a cualquier otra muchacha... Desde que la conocí... La conocí...
Gwendolen.- Sí, estoy completamente segura de eso. Y muchas veces he deseado que me lo demostrara, al menos en público. Usted siempre ha ejercido sobre mí una gran fascinación. Aun antes de conocerlo ya no me era indiferente. (Jack la mira asombrado). Vivimos, corno usted debe de saber, mister Worthing en una época de ideales. Eso lo dicen constantemente las revistas mensuales más caras, y según creo ha llegado a saberse hasta en provincias. Pues bien: mi ideal fue siempre enamorarme de alguien que se llamara Ernesto.
En el momento en que Algernon me dijo que tenía un amigo llamado Ernesto, supe que estaba predestinada a arriarlo.
Jack.- ¿Me ama realmente, Gwendolen? Gwendolen.- ¡Con pasión!
Jack.- ¡Querida mía! No sabe lo feliz que me hace.
Gwendolen.- ¡Mi Ernesto!
Jack. - Pero ¿quiere decir que no me amaría si mi nombre no fuera Ernesto?
Gwendolen.- Pero su nombre es Ernesto.
Jack. - Sí, lo sé. Pero suponiendo que fuera otro cualquiera ¿no me amaría entonces?
Gwendolen.- (En tono voluble). ¡Ah! Eso es una especulación metafísica, y como la mayoría de las especulaciones metafísicas, tiene muy poco que ver con los hechos de la vida real.

Jack.- Personalmente, vida mía, puedo decir que   no me preocupa llamarme Ernesto... No creo que
sea un nombre que me siente muy bien.             Gwendolen.- Le sienta perfectamente. Es un nombre divino. Tiene música propia. Produce vibraciones.
Jack.- Bueno, Gwendolen, creo realmente que hay  muchos otros nombres bonitos. Creo que Jack, por ejemplo, un nombre encantador.
Gwendolen.- ¿Jack?... No; Jack es un nombre con poca música, si es que tiene alguna. No conmueve. No produce absolutamente ninguna vibración... He conocido a varios Jack, y todos, sin excepción, eran más feos de lo usual. Además, Jack el nombre familiar de John, y es común entre los criados. Compadezco a la mujer que se con un hombre llamado John. Probablemente nunca podrá conocer el extraordinario placer de un momento de soledad. Realmente, el único nombre que ofrece seguridad es Ernesto.
Jack.- Gwendolen, debo bautizarme inmediatamente... Quiero decir que debemos casarnos inmediatamente. No hay tiempo que perder.
Gwendolen.- ¿Casarnos, mister Worthing?
Jack.- (Atónito). Bueno..., eso creo. Sabe que la amo, y usted me ha hecho creer que no le soy absolutamente indiferente.
Gwendolen.- Lo adoro. Pero usted aún no se ha declarado. No hemos hablado nada de matrimonio. El tema todavía no ha sido tocado.
Jack.- Bueno... ¿Puedo declararme ahora? Gwendolen.- Creo que sería una admirable oportunidad. Y para evitarle cualquier posible desencanto, mister Worthing, creo que debo decirle francamente que estoy completamente decidida a decirle que sí.
Jack.- ¡Gwendolen!
Gwendolen.- Sí, mister Worthing, ¿qué tiene usted que decirme?
Jack. - Usted sabe lo que tengo que decirle. Gwendolen.- Sí, pero usted no lo ha dicho.
Jack.- Gwendolen, ¿quiere usted casarse conmigo?

 OSCAR WILDE






Oscar Wilde, poeta, narrador y dramaturgo irlandés, nació en
Dublín en 1854. Desde que era un estudiante destacó por su
viva inteligencia y la agudeza de sus opiniones.
A pesar de pertenecer al periodo realista, muchos de los rasgos
de su personalidad nos recuerdan al hombre romántico. Era
excéntrico e individualista. Llevaba una vida mundana y se
paseaba por los salones de Inglaterra y Francia escandalizando
a la sociedad conservadora de su tiempo.
Finalmente, fue condenado por inmoralidad y desterrado a
Francia, donde murió en el año 1900.



Oscar Wilde fue un autor versátil: escribió poesía, narraciones y teatro. En los tres géneros expresa la mentalidad conflictiva y crítica del hombre del fin de siglo.
Era ante todo un esteta; es decir, un amante y buscador de la belleza. Expuso esta actitud en su famosa novela El retrato de Dorian Gray, donde narra la historia de un hombre que se niega a envejecer y que logra mantenerse joven y hermoso mediante un fantástico recurso. Escribió también cuentos para niños como El príncipe feliz y El gigante egoísta.
La obra de Wilde no puede enmarcarse en el Realismo aunque vivió en la época de este movimiento. La búsqueda personalísima de Wilde en pos de la belleza y de la trascendencia en la escritura son aspectos que lo alejan por completo de la tenden­cia realista.
El realismo en la obra de Wilde es simplemente un recurso expresivo, es la base para lograr un efecto irónico en relación con los personajes y los acontecimientos que se desarrollan en sus escritos.




En las comedias de Oscar Wilde se presenta una ingeniosa y divertida ironía sobre la sociedad aristocrática de su tiempo. El recurso fundamental para lograr ese pro- pósito es la parodia, cuando no la ridiculización de los personajes.
Sus comedias más famosas son El abanico de lady Windermere y La importancia de llamarse Ernesto. En esta última, Wilde logra presentar la condición esencial de la burguesía de su época: la estupidez y la falta de ingenio.


ANÁLISIS

1.  ¿Qué elementos del fragmento de la lectura nos presentan un visión irónica de los personajes?
2.  ¿Qué características de la burguesía del siglo XIX se ridiculizan en ese pasaje?
3.  Uno de los procedimientos para lograr un efecto irónico es el de la contraposición. Así, una situación aparentemente seria, provoca risa. Identifica los aspectos que se contraponen en el fragmento de la lectura. Explica por qué se convierten en elementos irónicos.
4.   Explica el sentido amplio de la siguiente frase:
Vivimos, como usted debe de saber, mister Worthing, en una época de ideales. Eso lo dicen constantemente las revistas mensuales más caras.






Nora.- Llevamos ocho años casados. ¿No se le ocurre que hoy es la primera vez que tú  y yo, marido y mujer, hablamos con seriedad?
Helmer. ¿Qué quieres decir?
Nora.- Ocho años...; mas todavía: desde que nos conocimos, no hemos tenido una sola conversación seria.
Helmer.- ¿Es que, acaso, debía yo hacerte confidente de mis preocupaciones, que tú, al fin y al cabo, no podías ayudarme a resolver?
Nora.- No hablo de preocupaciones. Te estoy diciendo que nunca hemos hablado seriamente, que nunca hemos intentado profundizar juntos el fondo de las cosas.
Helmer.- Pero, querida Nora, ¿es que eso te hubiera interesado?
Nora.- De eso se trata, precisamente, Tu no me has comprendido nunca. Se han cometido muchos errores conmigo, TorvaIdo. Primeramente, por parte de papá, y después, por parte tuya.
Helmer.- ¿Cómo?... ¿Por parte de nosotros dos..., nosotros, que le hemos querido más que nadie?
Nora.- (Haciendo un gesto negativo con la cabeza). Nunca me quisisteis. Os residí aba divertido estar encaprichados por mí; nada más.               Helmer. Pero, Nora, ¿qué palabras son ésas?   Nora.- La pura verdad, TorvaIdo. Cuando vivía con papá, él me manifestaba todas sus ideas, y yo las seguía. Si tenía otras diferentes, me guardaba muy bien de decirlo, porque no le hubiese gustado. Me llamaba su muñequita, y jugaba conmigo exactamente como yo con mis muñecas. Después vine a esta casa contigo...
Helmer.- ¿Qué términos empleas para hablar de nuestro matrimonio?...
Nora.- (Sin inmutarse). Quiero decir que pasé de manos de papá a las tuyas. Tú me formaste a tu gusto, y yo participaba de él..., o así lo fingía..., no lo sé exactamente..., creo que más bien las dos cosas. (... ) He vivido de hacer monerías para divertirte, TorvaIdo. Como tú querías. Tú y papá habéis cometido un gran error conmigo: sois culpables de que no haya llegado a ser nunca nada.
Helmer.- ¡Qué injusta y desagradecida eres, Nora! ¿No has sido feliz aquí?
Nora.- No, nunca. Creí serlo; pero no le he sido jamás.
Helmer.- ¿No..., que no has sido feliz?...

Nora. - No; solamente estaba alegre; y eso es todo.                                             
Eras tan bueno conmigo... Pero nuestra casa no                                   
ha sido más que un cuarto de jugar: He sido                                                              
muñeca grande aquí, como fui muñeca pequeña en                                
casa de papá. Y, a su vez, los niños han sido mis                                     
muñecas. Me divertía que jugases conmigo, como a                                
los niños verme jugar con ellos. listo es lo que ha                                                       
sido nuestro matrimonio, Torvaldo.                                                                               
Helmer. Hay algo de verdad en lo que dices...,                                   
aunque es muy exagerado. Pero, desde hoy, todo                                  
cambiara; ya han pasado los tiempos de jugar, y                                                      
ha llegado la hora de la educación.                                                     
Nora.- ¿La educación de quién? ¿La mía o la de
los niños?
Helmer.- La tuya y la de los niños, Nora.
Nora.- ¡Ay! Torvaldo, tú no eres capaz de educarme, de hacer de mí la esposa que tú necesitas.
Helmer.- ¿Y eso me lo dices a mí?
Nora.- ¿Y yo..., qué preparación tengo para  educar a los niños?
Helmer.- ¡Nora!
Nora.- ¿No has dicho tú mismo, hace un                                                                  
momento, que es una misión que no te atreves a  confiarme?
Helmer.- Estaba exaltado... ¿Cómo puedes hacer  caso de eso ?
Nora.- Y tenías toda la razón, Es una labor superior a mis fuerzas. Hay otra de la que debo ocuparme antes. Tengo que tratar de educarme a  mí misma. Tú no eres capaz de ayudarme en esta tarea. Para ello necesito estar sola. Y por esa razón voy a dejarte.                                                   
Helmer.- (Se levanta de un salto). ¿Qué dices?               Nora.- Necesito estar completamente sola para orientarme sobre mí misma y sobre lo que me  rodea. No puedo quedarme contigo.
Helmer.- ¡Nora! ¡Nora!
Nora.- Quiero marcharme ahora mismo. (...)           Helmer.- ¿Has perdido el juicio? ¡No te lo permito! ¡Te lo prohíbo!...
Nora. - Después de lo que ha pasado, es inútil que me prohíbas nada. Me llevo todo lo mío. De ti no quiero nada, ni ahora ni nunca. (...).
Helmer.- ¡Abandonar tu hogar, tu marido, tus hijos!... ¿Y no piensas en lo que se dirá?                                                                                                                          
Nora. - No puedo pensar en esas cosas. Sólo sé que  es indispensable para mí    


Henrik Ibsen nació en Skien, Noruega, en 1828. Creció en
medio de una difícil situación económica y tuvo que trabajar
desde muy joven. Sus primeros pasos como escritor no fueron
muy afortunados; escribió teatro sin alcanzar mayor éxito, y
también publicó artículos y poemas en diferentes periódicos y
revistas de la época.
Diversas circunstancias políticas lo llevaron a un exilio de 26
años, durante los cuales se dedicó a viajar por Europa. Fue
entonces cuando escribió la mayor parte de su obra literaria.
Los últimos años de su vida los pasó en Noruega. Para
entonces, ya era un escritor consagrado. Murió en 1906.


El escritor noruego Henrik Ibsen es considerado el padre y maestro del drama realista. Su teatro está más basado en ideas que en sentimientos y se destaca por su acercamiento a la realidad.
Los temas de Ibsen giran en torno a ciertas actitudes comunes en la burguesía: la falta de honradez, la hipocresía, los problemas de dinero, las conveniencias socia­les. Ibsen intenta rescatar otros principios morales como la sinceridad, los derechos individuales y la realización personal.
Puesto que las obras de Ibsen reflejan con claridad la realidad, el sentido de sus obras es plenamente dramático, es decir, no existe en ellas la tipificación de los persona­jes ni un conflicto trascendental entre el individuo y el mundo.



Ibsen se interesa por temas que, a pesar del tiempo transcurrido, siguen manteniendo enorme vigencia. Por ejemplo, Casa de muñecas, que es su obra más famosa, plantea el problema de la condición de la mujer. Es la historia de Nora, una joven que pasa de la protección de su padre a la protección de un marido complaciente y paterna­lista. Debido a diversas circunstancias, Nora se da cuenta de su limitada existencia y acaba finalmente abandonándolo todo para encontrarse a sí misma.
Temas como el idealista, el pacto de la mayoría, lo irremediable del pasado y la natu- raleza de la vocación son comunes en su obra. Los temas de Ibsen se desprenden de los conflictos comunes al hombre moderno.


ANÁLISIS


1.  Sobre la escena que has leído, responde:
  ¿De qué se queja Nora? ¿Cómo la trata su marido? ¿Y cómo la trataba su padre?
  ¿Cómo ve Torvaldo a su mujer?
  ¿Cuál es el conflicto esencial de Nora?
  ¿Te parece que Torvaldo comprende el problema de Nora?
2.  Hemos visto que el teatro de Ibsen está basado en ideas más que en acciones o sentimientos. ¿Cuál es la ¡dea o tema central de esta obra?
3.  Recuerda que Ibsen escribió esta obra a fines del siglo pasado. ¿En qué sentido la obra resulta polémica?







                                                                                          























































































     




















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