En la isla de los Cíclopes (quienes, en la mitología griega, eran gigantes con un solo ojo en la frente), Odiseo y doce de sus compañeros caen prisioneros del terrible Polifemo. Este monstruoso Cíclope los retiene en su caverna y, cada día, despedaza y devora a dos cautivos. Entonces Odiseo concibe un plan para acabar con tan horrorosa pesadilla.
Toma,
Cíclope, bebe vino, ya que comiste carne humana, a fin de que sepas qué bebida
se guardaba en nuestro buque. Te lo traía para ofrecer una libación en el caso
de que te apiadases de mí y me enviaras a mi casa, pero tú te
enfureces de intolerable modo.
¡Cruel! (...)
Así le dije. Tomó el vino y
bebióselo. Y gustóle tanto el dulce licor que me pidió más:
-Dame de buen grado más vino y
hazme saber inmediatamente tu nombre para que te ofrezca un don hospitalario
con el cual te huelgues. Pues también a los Cíclopes la fértil tierra les
produce vino en gruesos racimos, que crecen con la lluvia enviada por Zeus;
pero el mío se compone de ambrosía y néctar.
Así habló, y volví a servirle el
negro vino: tres veces se lo presenté y tres veces bebió incautamente. Y cuando
los vapores del vino envolvieron la mente del Cíclope, díjele con suaves
palabras
-¡Cíclope! Preguntas cuál es mi
nombre ilustre y voy a decírtelo; pero dame el presente de hospitalidad que me
has prometido. Mi nombre es Nadie, y Nadie me llaman mi madre, mi padre y mis
compañeros todos. Asi le hablé, y en seguida me respondió con ánimo cruel:
-A Nadie me lo comeré el último,
después de sus compañeros, y a todos los demás antes que a él: tal será el don
hospitalario que te ofrezca.
Dijo, tiróse hacia atrás y cayó de
espaldas. Así echado, dobló la gruesa cerviz y vencióle el sueño, que todo lo
rinde: salíale de la garganta el vino con pedazos de carne humana, y eructaba
por estar cargado de vino. Entonces metí la estaca debajo del abundante
rescoldo, para calentarla, y animé con mis palabras a todos los compañeros: no
fuera que alguno, poseído de miedo, se retirase. Mas cuando la estaca de olivo,
con ser verde, estaba a punto de arder y relumbraba intensamente, fui y la
saqué del fuego; rodeáronme
mis compañeros, y una deidad nos infundió gran audacia.
Ellos, tomando la estaca de olivo, hincáronla por la aguzada punta en el ojo
del Cíclope, y yo, alzándome, hacíala girar por arriba. Así, nosotros, asiendo
la estaca de ígnea punta, la hacíamos girar en el ojo del Cíclope y la sangre
brotaba alrededor del caliente palo. Quemóle el ardoroso vapor párpados y
cejas, en cuanto la pupila estaba ardiendo y sus raíces crepitaban por la
acción del fuego. (...) Dio el Cíclope un fuerte y horrendo gemido, retumbó la
roca, y nosotros, amedrentados, huimos prestamente, mas él se arrancó la
estaca, toda manchada de sangre, arrojóla furioso lejos de sí y se puso a
llamar con altos gritos a los cíclopes que habitaban a su alrededor; dentro de cuevas,
en los ventosos promontorios. En oyendo sus voces, acudieron muchos, quién por
un lado y quién por el otro, y parándose junto a la cueva le preguntaron qué le
angustiaba. (...)
Respondióles desde la cueva el
robusto Polifemo:
-¡Oh, amigos! Nadie me mata con
engaño, no con fuerza.
Y ellos le contestaron con estas
aladas palabras:
-Pues si nadie te hace fuerza, ya
que estás solo, no es posible evitar la enfermedad que envía el gran Zeus; pero
ruega a tu padre, el soberano Poseidón.
Apenas acabaron de hablar, se
fueron todos, y yo me reí en mi corazón de cómo mi nombre y mi excelente
artificio los había engañado. El Cíclope, gimiendo por los grandes dolores que
padecía, anduvo a tientas, quitó el peñasco de la puerta y se sentó a la
entrada, tendiendo los brazos por si lograba echar mano a alguien que saliera
con las ovejas: ¡tan mentecato esperaba que yo fuese! Mas yo meditaba cómo
pudiera aquel lance acabar mejor y si hallara algún arbitrio para librar de la
muerte a mis compañeros y a mí mismo.
HOMERO
La biografía de este poeta es bastante incierta, ya que las noticias
que tenemos de él provienen de leyendas o conjeturas. Se cree que vivió entre
los siglos IX y VIII a. de C. y que nació en Jonia, una región de la antigua Grecia. Las
representaciones más antiguas que de él se conservan lo muestran como un
anciano ciego.
Homero es el
autor de dos grandes obras maestras de la literatura universal; los poemas
épicos La Ilíada y La Odisea.
La Ilíada narra los últimos días de la
guerra entre griegos y troyanos, enfrentamiento que, según se sabe, ocurrió
realmente alrededor del siglo XII a. de C. En la mitología, la guerra se
inicia cuando París, príncipe de Troya, violando las leyes de la hospitalidad,
se enamora de la hermosa Helena, esposa del rey espartano Menelao, y decide
raptarla y conducirla a su reino. Cuando Menelao se entera de lo sucedido,
convoca a su hermano Agamenón. Con él y otros aliados le declara la guerra a
Troya, para rescatar a su esposa y vengar la afrenta recibida. El principal
aliado de los hermanos griegos fue el divino Aquiles, hijo de Tetis, diosa del
mar, y del rey Peleo.
La Ilíada da comienzo con la cólera de
Aquiles, quien se retira de la batalla, lo que provoca una gran calamidad en el
ejército griego. En el transcurso de los combates, el amigo más querido de
Aquiles, Patroclo, muere a manos de Héctor, el campeón troyano. Este hecho
provoca el regreso de Aquiles y su enfrentamiento con Héctor quien resulta
vencido. La obra termina con los funerales de Héctor.
El mérito de Homero no está en la
creación de los argumentos -ya que éstos fueron tomados de leyendas muy
conocidas en su época- sino en el bello lenguaje que emplea para relatarlos. A
lo largo de la obra se suceden poéticas descripciones y hábiles recursos con
los que Homero da vida a sus personajes. El más conocido de estos recursos es
el empleo de los epítetos con los que acompaña los nombres de sus protagonistas:
Aquiles, el de los pies ligeros; Odiseo, el destructor de ciudades, Atenea, la
de ojos de lechuza, etc.
Además, sus personajes son
recordados a través de los siglos porque son profundamente humanos: sufren
pasiones encendidas, odio y venganza, pero también actúan con lealtad, sienten amor
y nostalgia, y aceptan las limitaciones que les son impuestas por unos seres
superiores: los dioses.
Análisis
1.
Elabora un resumen del
fragmento de La Odisea y responde a
continuación:
• ¿De quién es hijo Polifemo?
• ¿Cuál es el don hospitalario que Polifemo ofrece a Odiseo?
• ¿Dónde vivían los Cíclopes?
2.
Explica las estratagemas que
inventó Odiseo para neutralizar al Cíclope y para escapar de la cueva.
Los hermanos Eteocles y Polinices mueren en una lucha cuerpo a cuerpo
por el trono de la ciudad de Tebas. Creonte, tío de ellos y gobernador de la
ciudad, considera a Polinices traidor a la patria y prohíbe, bajo pena de
muerte, que se le entierre. Ello suponía un gran deshonor para los griegos,
pues éstos creían que, sin sepultura, el alma no descansaría jamás. Antígona,
hermana de ambos, desacata la orden y, a escondidas, cubre con tierra el
cadáver. Es descubierta y debe comparecer ante Creonte.
Creonte.-
(Dirigiéndose a Antígona.)
Eh, tú, la que inclina la cabeza hacia el suelo, ¿confirmas o niegas haberlo hecho?
Antígona.- Digo que lo he hecho y no lo niego.
Creonte.- (Al
guardián.) Tú puedes
marcharte adonde quieras, libre, fuera de la gravosa culpa. (A Antígona
de nuevo.) Y tú dime
sin extenderte, sino brevemente, ¿sabías que había sido decretado por un edicto
que no se podía hacer esto?
Antígona.- Lo sabía. ¿Cómo no iba a saberlo? Era manifiesto.
Creonte.- ¿Y, a pesar de ello, te atreviste a transgredir estos decretos?
Antígona. - No fue Zeus el que los ha mandado publicar, ni la
Justicia que vive con los dioses de abajo la que fijó tales leyes para los
hombres. No pensaba que tus proclamas tuvieran tanto poder como para que un
mortal pudiera transgredir las leyes no escritas e inquebrantables de los
dioses. Estas no son de hoy nide ayer,
sino de siempre, y nadie sabe de dónde surgieron. No iba yo a obtener castigo
por ellas de parte de los dioses por miedo a la intención de hombre alguno.
Sabía que iba a morir, ¿cómo no?, aun cuando tú no lo hubieras hecho pregonar.
Y si muero antes de tiempo, yo lo llamo ganancia. Porque quien, como yo, viva
entre desgracias sin cuento, ¿cómo no va a obtener provecho al morir? Así, a mí
no me supone pesar alcanzar este destino. Por el contrario, si hubiera
consentido que el cadáver del que ha nacido de mi madre estuviera insepulto,
entonces sí sentiría pesar. Ahora, en cambio, no me aflijo. Y si te parezco
estar haciendo locuras, puede ser que ante un loco me vea culpable de una
locura.
Corifeo.- Se muestra la voluntad fiera de la muchacha que tiene su
origen en su fiero padre. No sabe ceder ante las desgracias.
Creonte. - Sí, pero sábete que las voluntades en exceso obstinadas
son las que primero caen, y que es el más fuerte hierro, templado al fuego y
muy duro, el que más veces podrás ver que se rompe y se hace
añicos. Sé que los caballos indómitos se vuelven dóciles con un pequeño freno.
No es lícito tener orgullosos pensamientos a quien es esclavo de
los que le rodean. Esta conocía
perfectamente que entonces estaba obrando con insolencia, al transgredir las
leyes establecidas, y aquí, después de haberlo hecho, da muestras de una
segunda insolencia: ufanarse de ello y burlarse, una vez que ya lo ha llevado a
efecto. Pero verdaderamente en esta situación no sería yo el hombre -ella lo
sería-, si este triunfo hubiera de quedar impune. Así, sea hija de mi hermana,
sea más de mi propia sangre que todos los que están conmigo bajo la protección
de Zeus del Hogar, ella y su hermana no se librarán del destino supremo.
Inculpo a aquélla de haber tenido parte igual en este enterramiento. Llamadla.
Acabo de verla adentro fuera de sí y no dueña de su mente. Suele ser
sorprendido antes el espíritu traidor de los que han maquinado en la oscuridad
algo que no está bien. Sin embargo, yo, al menos, detesto que, cuando uno es
cogido en fechorías, quiera después hermosearlas.
Antígona.- ¿Pretendes algo más que darme muerte, una vez que me has apresado?
Creonte.- Yo nada. Con esto lo tengo todo.
Antígona.- ¿Quéte hace vacilar en ese caso? Porque a mí de tus
palabras nada me es grato -¡que nunca me lo sea!-, del mismo modo que a ti te
desagradan las mías. Sin embargo, ¿dónde hubiera podido obtener yo más gloriosa
fama que depositando a mi propio hermano en una sepultura? Se podría decir que
esto complace a todos los presentes, si el temor no les tuviera paralizada la
lengua. En efecto, a la tiranía le va bien en otras muchas cosas, y sobre todo
le es posible obrar y decir lo que quiere.
Creonte.- Tú eres la única de los Cadmeos que piensa tal cosa.
Antígona. - Estos también lo ven, pero cierran la boca ante ti.
Sófocles
Sófocles nació
en Colona, Grecia, y vivió entre los años 496 y 406 a. de C. Fue atleta en su
juventud y conservó siempre una excelente condición física. De familia rica,
durante toda su vida ocupó importantes cargos en la política ateniense. Comenzó
su carrera literaria a los veintisiete años, participando en los concursos
atenienses, donde triunfó muchos años sin interrupción.
Sófocles fue un autor muy
prolífico; escribió ciento veinte tragedias, de las cuales sólo se conservan
siete. Las más importantes son: Antígona, Edipo rey, Edipo en Colona y Electra.
Lo más importante para Sófocles
era el estudio del alma humana. Sus personajes son seres humanos sacudidos por
hondas pasiones (el sufrimiento, la traición, la venganza, el deshonor, etc.)
y agitados por un destino que no pueden controlar con su voluntad.
Sófocles no se muestra ajeno al
sufrimiento de los hombres sino que los expone con dramática claridad.
Uno de los aspectos más
interesantes del estilo de Sófocles es la presentación de la psiquis de los
personajes. El conflicto trágico en Sófocles no es de carácter absoluto, es
decir, no se plantea en función del cumplimiento de un destino inexorable, sino
que surge del interior del alma humana como una contraposición entre el sujeto
y el mundo. En este sentido, los conflictos de las tragedias de Sófocles tienen
una dimensión muy interesante. Esta forma básica del conflicto será retomada,
siglos después en otros géneros típicamente modernos, tales como la novela o
el drama.
Análisis
1.
Lee atentamente el texto y
responde:
•
¿Quién era Creonte?
•
¿Por qué Antígona quiso enterrar a
su hermano?
•
¿Qué insolencia, según Creonte,
cometió Antígona?
•
¿Qué castigo merecerá Antígona por
el delito cometido?
2.
Analiza atentamente las
palabras del Corifeo. Luego explica cuál es la función del corifeo en este
fragmento de la tragedia de Sófocles.
3.
Al inicio del fragmento,
Creonte se dirige a Antígona por un epíteto: la que inclina la cabeza hacia el suelo.
•
¿Crees que la actitud de Antígona
es de obediencia y reconocimiento a la autoridad? Justifica tu respuesta.
4. Antígona y Creonte no reconocían las mismas leyes. Reflexiona y
responde qué leyes regían para cada uno.
•
¿Crees que Sófocles, al escribir Antígona, quería poner este mismo tema en
discusión? ¿Por qué lo crees así?
5.
¿Qué características del
teatro de Sófocles están presentes en este fragmento?
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