domingo, 29 de julio de 2012

LITERATURA DE NORTEAMÉRICA SIGLO XIX



Las colonias británicas de América del Norte consiguieron su independencia en 1783. Nacieron entonces ¡os Estados Unidos de Norteamérica, el primer país del mundo que estrenó una Constitución basada en los principios de la Ilustración.
La expansión del marco geográfico de la nueva nación se llevó a cabo sin cesar. Esta expansión era estimulada fundamentalmente por móviles económicos.
El país norteamericano estaba llamado a convertirse en una gran potencia a finales del siglo XIX. Pero antes tuvo que sufrir en su propia carne la profunda tragedia de una guerra civil: la guerra de secesión (1861-1865).
Tras superar la grave crisis de la guerra, se abre una nueva etapa en el desarrollo de la historia de los Estados Unidos. En efecto, los gobiernos que se sucedieron desde el fin de la guerra hasta 1908 impulsaron el imperialismo norteamericano. La adquisición de Alaska, el arrebato de las últimas colonias españolas de ultramar, la apropiación de buena parte del territorio mexicano y el monopolio sobre el canal de Panamá son algunas de las conquistas de los Estados Unidos en su proceso imperialista de finales del siglo XIX y comienzos del XX.




 LA EDAD DE ORO

Una vez superada la guerra, Estados Unidos conoció una increíble prosperidad. Aparecen los grandes hombres de empresa, que redondean enormes fortunas e impulsan la economía. Fuertes contingentes de inmigrantes llegan al país y la expansión hacia el oeste se produce a medida que la población indígena es desplazada a pequeños reductos, llamados reservas. Un factor importante en el proceso de expansión hacia el oeste fue la implantación de efectivas vías de comunicación, tales como el ferrocarril.



El siglo XIX es una época de toma de conciencia para las letras norteamericanas. La influencia del Romanticismo europeo cede paso a un realismo de carácter tras­cendente. La literatura de este período no se preocupa por reproducir fielmente los aspectos visibles de la realidad, describiéndola de forma objetiva, sino que pre­tende descubrir los sentidos trascendentes de la realidad. De esta manera, la litera­tura norteamericana indaga en el significado profundo de las sensaciones que experimenta el individuo líente a las cosas.

Un ejemplo de esta forma de percepción es la novela Moby Dick, de Herman Melville. En ella, el personaje del capitán Ahab nos permite entrever una relación obsesiva con una realidad que está más allá de su comprensión y que representa su propio destino.
Los principales recursos de la literatura trascendentalista norteamericana son los siguientes:
   La simbolización. Puesto que la realidad encierra una dimensión trascendente,      los objetos que describe la obra literaria se convierten en símbolos, es decir, adquie­ren significados diferentes al que les es propio.
  La visión lírica de la realidad. Si la realidad se presenta como una forma simbólica, el sujeto que la interpreta debe adoptar una visión lírica, es decir, subjetiva, individual. Tal es el caso de los poemas de Henry Wadsworth Longfellow.
  La penetración sicológica. La descripción de la dimensión sicológica de los per­sonajes adquiere gran importancia, en la medida en que la conciencia del indi­viduo    es una fuente permanente de interpretaciones de la realidad.
  La admiración por la naturaleza. En la literatura trascendentalista la naturale­za juega un papel fundamental: es la fuente de las experiencias más significativas     para el individuo. Por esta razón, los trascendentalistas no idealizan la naturaleza,  así como tampoco se dedican a describirla con rigor científico. La relación que esta­blece el trascendentalismo con la naturaleza es de contemplación profunda, admiración y reflexión.
   La sencillez expresiva. Esta característica es propia de la lírica. Tanto Walt   Whitman como Emily Dickinson son un verdadero modelo de la sencillez en la escritura. Un estilo sobrio, mesurado y elemental es la clave que revela los secre­tos del universo lírico del trascendentalismo.

Una segunda etapa de la literatura norteamericana del siglo XIX está marcada por    la visión objetiva de la realidad. La prosperidad material de la segunda mitad del siglo, así como la consolidación de la industria, provocará el surgimiento de una lite- ratura de tono más descriptivo y moderado. Algunas características de este segundo período de la literatura norteamericana del siglo XIX son las siguientes:

  Afán de verosimilitud. La obra literaria persigue crear la mayor impresión de realidad posible. Por esta razón la descripción de los ambientes y de los rasgos fisi- cos de los personajes es minuciosa, detallada.

  Exaltación de lo cotidiano. En la literatura realista norteamericana lo cotidiano adquiere un valor de primer orden. Los personajes se definen en función de sus actividades diarias. La presentación de lo cotidiano, con su infinidad de detalles permite que la realidad surja ante los ojos del lector como una totalidad compleja.

Las principales formas literarias norteamericanas del siglo XIX son las siguientes:
La prosa. La prosa norteamericana del siglo XIX es abundante y nos ofrece un rico panorama de estilos. En la concepción trascendentalista destacan Washington Irving (1783-1859) y Henry David Thoreau (1817-1862), una de las figuras capita- les del pensamiento norteamericano de la época. Su carácter de místico, de viajero y de observador trascendente de la naturaleza habría de influir en toda una generación de escritores norteamericanos.

Por otra parte, Herman Melville (1819-1891), es el mayor novelista del siglo XIX en Estados Unidos. En sus obras, enmarcadas en el ambiente marinero, la realidad adquiere formas alucinantes que se imponen al individuo. Algunas de sus novelas son Moby Dick, Benito Cereno y Billy Bud.
La figura más conocida del trascendentalismo es Edgar Allan Poe (1809-1849). Este autor alcanza los más altos pasajes de la imaginación. Su estilo fascinante, su esplén­dida forma de narrar y su dominio del misterio, la ambigüedad y la muerte, lo cons­tituyen en la figura más importante de la narrativa norteamericana del siglo XIX. Algunos de sus cuentos son El gato negro, Berenice, El cuervo y La caída de la casa Usher.                                                                                                                                          
La lírica. La lírica verdaderamente significativa del siglo XIX norteamericano se ins- cribe en la tendencia trascendentalista. Washington Irving (1783-1859) y John Greenleaf Whittier (1807-1892) pertenecen a este grupo de poetas.
La figura más destacada de la lírica norteamericana de este período es, sin duda, Walt Withman (1819-1892), cuya voz profética se enuncia de forma vibrante en su Canto a mí mismo y en sus Hojas de hierba.
La segunda figura emblemática de la lírica norteamericana es Emily Dickinson  (1830-1886). Su vida enigmática, concuerda plenamente con su concepción poética:  la sencillez encierra la trascendencia espiritual. Al morir, dejó mil ocho cientos poemas.

ANÁLISIS

1. No es una característica del trascendentalismo:
a) La admiración por la naturaleza.
b) La sencillez expresiva.                                                                      
c)  El afán de verosimilitud.
d) La simbolización.
2. ¿Qué aspectos encuentras en común entre el Romanticismo y el trascendentalismo? Justifica tu respuesta.
3.  Elabora un paralelo entre el trascendentalismo y el realismo norteamericanos. Toma como referencia el significado que tiene la realidad para el escritor.
4. Analiza el siguiente fragmento. A continuación indica si pertenece al trascendentalismo o al realismo:
Se dieron las últimas pinceladas, y durante un momento el pintor quedó arrobado ante la obra que acababa de trabajar tan primorosamente; pero al cabo de un momento, cuando aún contemplaba su cuadro, palideció, tembló súbitamente y horrorizado gritó:
-iEsto es realmente la vida misma!
Luego volvió los ojos hacia su amada. ¡Estaba muerta!




El viejo había muerto. Levanté el colchón y examiné el cadáver. Sí, estaba muerto, completamente muerto. Apoyé la mano sobre el corazón y la mantuve así largo tiempo. No se sentía el menor latido. El viejo estaba bien muerto. Su ojo no volvería a molestarme.
Si ustedes continúan tomándome por loco dejarán de hacerlo cuando les describa las astutas precauciones que adopté para esconder el cadáver La noche avanzaba, mientras yo cumplía mi trabajo con rapidez, pero en silencio. Ante todo descuarticé el cadáver. Le corté la cabeza, brazos y piernas. Levanté luego tres planchas del piso de la habitación y escondí los restos en el hueco. Volví a colocar los tablones con tanta habilidad que ningún ojo humano -ni siquiera el suyo- hubiera podido advertir la menor diferencia. No había nada que lavar... ninguna mancha... ningún rastro de sangre. Yo era demasiado precavido para eso.  Una cuba había recogido todo... ¡ja, jal
Cuando hube terminado mi tarea eran las cuatro de la madrugada, pero seguía tan oscuro como a medianoche. En momentos en que se oían las campanadas de la hora, golpearon a la puerta de la calle. Acudí a abrir con toda tranquilidad, pues ¿qué podía temer ahora ?
Hallé a tres caballeros, que se presentaron muy civilmente como oficiales de policía. Durante la noche, un vecino había escuchado un alarido, por lo cual se sospechaba la posibilidad de algún atentado. Al recibir este informe en el puesto de policía, habían comisionado a los tres agentes para que registraran el lugar.
Sonreí, pues... ¿qué tenía que temer? Di la bienvenida a los oficiales y les expliqué que yo había lanzado aquel grito durante una pesadilla. Les hice saber que el viejo se había ausentado a la campaña. Llevé a los visitantes a recorrer la casa y los invité a que revisaran, a que revisaran bien. Finalmente, acabé conduciéndolos a la habitación del muerto. Les mostré sus caudales intactos y cómo cada cosa se hallaba en su lugar. En el entusiasmo de mis confidencias traje sillas a la habitación y pedí a los tres caballeros que descansaran allí de su fatiga, mientras yo mismo, con la audacia de mi perfecto triunfo, colocaba mi silla en el exacto punto bajo el cual reposaba el cadáver de mi víctima.

Los oficiales se sentían satisfechos. Mis modales los habían convencido. Por mi parte, me hallaba perfectamente cómodo. Sentáronse y hablaron de cosas comunes, mientras yo les contestaba con animación. Mas, al cabo de un rato, empecé a notar que me ponía pálido y deseé que se marcharan. Me dolía la cabeza y creía percibir un zumbido en los oídos; pero los policías continuaban sentados y charlando. El zumbido se hizo más intenso; seguía resonando y era cada vez más intenso. Hablé en voz muy alta para librarme de esa sensación, pero continuaba lo mismo y se iba haciendo cada vez más clara... hasta que, al fin, me di cuenta de que aquel sonido no se producía dentro de mis oídos.
Sin duda, debí de ponerme muy pálido, pero seguí hablando con creciente soltura y levantando mucho la voz. Empero, el sonido aumentaba... ¿y qué podía hacer yo? Hablé con mayor rapidez, con vehemencia, pero el sonido crecía continuamente. Me puse en pie y discutí sobre insignificancias en voz muy alta y con violentas gesticulaciones; pero el sonido crecía continuamente. ¿Por qué no se iban ? Anduve de un lado a otro, a grandes pasos, como si las observaciones de aquellos hombres me enfurecieran; pero el sonido crecía continuamente. ¡Oh, Dios! ¿Qué podía hacer yo? Lancé espumarajos de rabia... maldije... juré... Balanceando la silla sobre la cual me había sentado, raspé con ella las tablas del piso, pero el sonido sobrepujaba todos los otros y crecía sin cesar ¡Más alto... más alto... más alto! Y entretanto los hombres seguían charlando plácidamente y sonriendo. ¿Era posible que no oyeran? ¡Santo Dios! ¡No, no! ¡Claro que oían y que sospechaban! ¡Sabían... y se estaban burlando de mi horror! ¡Sí, así lo pensé y así lo pienso hoy! ¡Pero cualquier cosa era preferible a aquella agonía! ¡Cualquier cosa sería más tolerable que aquel escarnio! ¡No podía soportar más tiempo sus sonrisas hipócritas! ¡Sentí que tenía que gritar o morir, y entonces... otra vez... escuchen... más fuerte... más fuerte... más fuerte... más fuerte!
-¡Basta ya de fingir, malvados! -aullé-. ¡Confieso que lo maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí... ahí! ¡Donde está latiendo su horrible corazón!
                                                                                    Edgar Allan Poe






                         


                      Edgar Allan Poe



Nació en Boston, Estados Unidos, en 1809. Quedó huérfano a muy corta edad y fue adoptado por un rico comerciante. 

Viajó a Inglaterra con su familia adoptiva y allí terminó la secundaria. A su regreso a Estados Unidos ingresó a la Universidad de Virginia. Fue un excelente alumno, pero debido a serias desavenencias con su padre no pudo seguir pagando sus estudios y tuvo que abandonar la universidad.

Colaboró en diversas publicaciones y periódicos con abundantes artículos, poemas y críticas bibliográficas que lo hicieron muy famoso. Sin embargo, este trabajo apenas le permitió cubrir sus más inmediatas necesidades.


Murió en Báltimore, súbita y misteriosamente, en 1849.



Edgar Alian Poe fue una de las figuras más representativas de la literatura nortea- mericana de su época. Además de ser un acucioso crítico literario, escribió hermosos poemas líricos. Pero su labor más reconocida es la de narrador.
Su producción en prosa incluye una novela, Las aventuras de Arthur Gordon Pym y numerosos cuentos cortos que publicaba en los periódicos de la época y que luego se reunieron bajo el título de Narraciones extraordinarias.



En la actualidad, Poe es especialmente conocido por sus narraciones llenas de mis- terio y horror, como La caída de la casa Usher, Los asesinatos de la calle Morgue, etc. Con ellas, Edgar Allan Poe inició un nuevo género literario, la literatura de terror, que ha seguido cultivándose hasta nuestros días sin que ningún autor haya podido superar todavía al iniciador del género.
En los relatos de Poe están presentes las características que luego otros autores apli- carían a la novela policial: la deducción lógica del brillante detective, el suspenso, la atmósfera de intriga que se va intensificando a lo largo de la historia.
La mayoría de sus cuentos de terror son relatos fantásticos, en ambientes de
pesadilla. Para provocar la curiosidad y el miedo en el lector, Poe se vale de ele­mentos sobrenaturales y de hechos extraordinarios. Por ejemplo, enterramientos de personas vivas, historias de vampiros, manos surgiendo de la nada, traspaso de la vida de un ser a otro, entre otros.

ANÁLISIS

1.  Subraya sólo las características que se apliquen a este cuento. Luego justifica tu elección.
  Relato realista.
Relato fantástico.
Ambiente de pesadilla.
Crítica social.
2.   Poe se vale de varios recursos literarios para provocar el miedo y la curiosidad en el lector.Uno 
de ellos es la reiteración, que consiste en la repetición de palabras o frases claves en la 
narración.
Lee atentamente el texto y marca todas las palabras y frases que se repitan. Luego explica qué efecto provocan en el lector estas reiteraciones.
Ahora, identifica otros recursos con los que el narrador atrapa el interés del lector en su relato.







Gracias en mi vejez gracias antes de irme,
Por la salud, el sol de mediodía, el aire
impalpable por la vida, nada mas que por la
vida,
Por los preciosos recuerdos inextinguibles (de ti, madre mía querida -de ti, padre- de vosotros,
hermanos, hermanas, amigos),
Por todos mis días -no sólo por los de la paz- también por los días de la guerra,
Por las palabras dulces, las caricias, los regalos de los países extranjeros,
Por el albergue, el vino y el alimento -por la dulce apreciación
(Vosotros, lejanos, nebulosos, desconocidos - jóvenes o viejos- amados lectores incontables, indeterminados,
Nunca nos hemos visto y nunca nos veremos -pero nuestras almas se abrazan largamente, estrechamente);
Por los seres, grupos, amor, hechos, palabras, libros -por los colores, por las formas,
Por todos los hombres, fuertes, valerosos -hombres abnegados, intrépidos -que se han lanzado a socorrer a la libertad en todas las épocas, en todos los países.
Para los hombres más abnegados, más fuertes, más valientes -(un laurel especial antes de irme, a los elegidos de los combates de la vida,
Los artilleros de la poesía y el pensamiento -los grandes artilleros -los guías primeros, capitanes del alma):
Corno soldado que vuelve de una guerra terminada -corno un viajero entre millones, a la procesión que ha pasado.
¡Gracias -gracias jubilosas! -las gracias de un soldado, de un viajero.


I
Yo me celebro y yo me canto,
Y     todo cuanto es mío también es tuyo,
Porque no hay un átomo de mi cuerpo que no te pertenezca.
Indolente y ocioso convido a mi alma,
Me dejo estar y miro un tallo de hierba de verano.
Mi lengua, cada átomo de mi sangre, hechos con esta tierra, con este aire,
Nacido aquí, de padres cuyos padres nacieron aquí, lo mismo que sus padres,
Yo ahora, a los treinta y siete años de mi edad y con salud perfecta, comienzo,
Y     espero no cesar hasta mi muerte.
Me aparto de las escuelas y de las sectas, las dejo atrás; me sirvieron, no las olvido;
Soy puerto para el bien y para el mal, hablo sin cuidarme de riesgos,
Naturaleza sin freno con elemental energía.
XXXI
Creo que una hoja de hierba no es menos que el camino recorrido por las estrellas.
Y       que la hormiga es perfecta, y que también lo son el grano de arena y el huevo del zorzal,
Y       que la rana es una obra maestra, digna de las más altas,
Y       que la zarzamora podría adornar los salones del cielo,
Y        que la menor articulación de mi mano puede humillar a todas las máquinas,
Y       que la vaca paciendo con la cabeza baja supera a todas las estatuas,
Y        que un ratón es un milagro capaz de confundir a millones de incrédulos.
Siento que en mi ser se incorporan el gneis, el carbón, el musgo de largos filamentos, las frutas, los granos, las raíces comestibles,
Y     que estoy hecho de cuadrúpedos y de pájaros,
Y     que puedo recuperar cuanto he dejado atrás,
Pero que puedo hacerlo volver cuando se me antoje.

                                                                  Walt Whitman




       
                  Walt Whitman


Nació en Long Island, Estados Unidos, en 1819,
en una familia de humildes granjeros.


Más adelante entró a trabajar como aprendiz de imprenta. Este
trabajo le permitió conocer a varios intelectuales de la época
que lo invitaron a colaborar en numerosas revistas y publicaciones. 
Su amplia cultura lo llevó a ascender rápidamente dentro del periodismo: 
ocupó cargos importantes en diversos periódicos de la época.



En 1873 sufrió su primer ataque de parálisis, enfermedad que
posteriormente lo obligaría emplear una silla de ruedas. Murió
en 1892.


Whitman es uno de los más singulares representantes de la poesía norteamericana del siglo XIX. Aunque escribió distintas obras en prosa y verso, la más conocida es Hojas de hierba, extenso poemario que amplió y corrigió a lo largo de su vida. Tras su publicación, Whitman fue tildado de indecente e inmoral, e incluso fue despedi­do de su empleo. Poco a poco, sin embargo, su fama se fue extendiendo y Whitman encontró numerosos defensores y admiradores.
Hoy en día es reconocido como un poeta genial y su obra es calificada de profun­damente humana, tanto por su intenso lirismo como por su apasionado amor hacia el hombre y la naturaleza.



Whitman se sirve de su poesía para hacer una llamada al optimismo vital. Sus mensajes reflejan un 
peculiar culto al hombre y a la naturaleza. Whitman considera que la poesía es un don divino 
y profético, un don que pocos poseen y que le permite hablar por los demás. Por ello se 
proclama a sí mismo el salvador, el espíritu y la conciencia humana.
Sus versos son enérgicos, apasionados y al mismo tiempo de una singular belleza y sensualidad. 
El impulso de libertad y espontaneidad que expresa en sus poemas tam­bién se traduce en su 
orma poética: Whitman no aceptó normas ni modelos que limitaran su capacidad de expresión, 
escribió en verso libre y empleó un vocabulario extremadamente variado.


ANÁLISIS

1. A continuación encontrarás algunos versos de Gracias en mi vejez. 
Ubica los versos en el poema y relaciona cada uno con alguna característica
propia del trascendentalismo poético.
   Gracias... por la vida, nada más que por la vida.
  Por todos los hombres... que se han lanzado a socorrer a la libertad.
   Para los hombres más abnegados, más fuertes, más valientes...
2. ¿A quiénes so refiere el poeta en los siguientes versos? ¿Por qué crees que los llama “artilleros" y “capitanes del alma”?:
...un laurel especial antes de irme, a los elegidos de los combates de la vida,
Los artilleros de la poesía y el pensamiento -los grandes artilleros- los guías
 primeros, capitanes del alma...






















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