El siglo XIX es una época de toma de
conciencia para las letras norteamericanas. La influencia del Romanticismo
europeo cede paso a un realismo
de carácter trascendente. La literatura de este período no se
preocupa por reproducir fielmente los aspectos visibles de la realidad,
describiéndola de forma objetiva, sino que pretende descubrir los sentidos
trascendentes de la realidad. De esta manera, la literatura norteamericana
indaga en el significado profundo de las sensaciones que experimenta el
individuo líente a las cosas.
Un ejemplo de esta forma de percepción es la
novela Moby Dick, de Herman Melville. En ella,
el personaje del capitán Ahab nos permite entrever una relación obsesiva con
una realidad que está más allá de su comprensión y que representa su propio
destino.
Los principales recursos de la literatura
trascendentalista norteamericana son los siguientes:
•
La simbolización. Puesto que
la realidad encierra una dimensión trascendente, los objetos que describe la obra
literaria se convierten en símbolos, es decir, adquieren significados
diferentes al que les es propio.
• La visión lírica de la realidad. Si
la realidad se presenta como una forma simbólica, el sujeto que la interpreta
debe adoptar una visión lírica, es decir, subjetiva, individual. Tal es el
caso de los poemas de Henry Wadsworth Longfellow.
• La penetración sicológica. La
descripción de la dimensión sicológica de los personajes adquiere gran
importancia, en la medida en que la conciencia del individuo es una fuente permanente de
interpretaciones de la realidad.
• La admiración por la naturaleza. En
la literatura trascendentalista la naturaleza juega un papel fundamental: es
la fuente de las experiencias más significativas para el individuo. Por esta razón, los
trascendentalistas no idealizan la naturaleza, así como tampoco se dedican a describirla
con rigor científico. La relación que establece el trascendentalismo con la
naturaleza es de contemplación
profunda, admiración y reflexión.
•
La sencillez expresiva. Esta
característica es propia de la lírica. Tanto Walt Whitman como Emily Dickinson son un
verdadero modelo de la sencillez en la escritura. Un estilo sobrio, mesurado
y elemental es la clave que revela los secretos del universo lírico del
trascendentalismo.
Una segunda etapa de la literatura
norteamericana del siglo XIX está marcada por la
visión objetiva de la realidad. La prosperidad material de la segunda mitad
del siglo, así como la consolidación de la industria, provocará el
surgimiento de una lite- ratura de tono más descriptivo y moderado. Algunas
características de este segundo período de la literatura norteamericana del
siglo XIX son las siguientes:
• Afán de verosimilitud. La
obra literaria persigue crear la mayor impresión de realidad posible. Por
esta razón la descripción de los ambientes y de los rasgos fisi- cos de los
personajes es minuciosa, detallada.
• Exaltación de lo cotidiano. En la
literatura realista norteamericana lo cotidiano adquiere un valor de primer
orden. Los personajes se definen en función de sus actividades diarias. La
presentación de lo cotidiano, con su infinidad de detalles permite que la
realidad surja ante los ojos del lector como una totalidad compleja.
Las principales
formas literarias norteamericanas del siglo XIX son las siguientes:
La prosa. La prosa
norteamericana del siglo XIX es abundante y nos ofrece un rico panorama de estilos. En la concepción trascendentalista destacan Washington Irving (1783-1859) y Henry David Thoreau (1817-1862), una de las figuras
capita- les del pensamiento norteamericano de la época. Su carácter de místico, de
viajero y de observador trascendente de la naturaleza habría de influir en toda una
generación de escritores norteamericanos.
Por
otra parte, Herman Melville (1819-1891), es el mayor novelista del siglo XIX
en Estados Unidos. En sus obras, enmarcadas en el ambiente marinero, la realidad adquiere formas alucinantes que se
imponen al individuo. Algunas de sus novelas son Moby Dick, Benito Cereno y Billy
Bud.
La
figura más conocida del trascendentalismo es Edgar Allan Poe (1809-1849).
Este autor alcanza los más altos pasajes de la imaginación. Su estilo
fascinante, su espléndida forma de narrar y su dominio del misterio, la ambigüedad y la muerte, lo constituyen en la figura más importante de la
narrativa norteamericana del siglo XIX. Algunos de sus cuentos son El
gato negro, Berenice, El cuervo y La
caída de la casa Usher.
La lírica. La lírica
verdaderamente significativa del siglo XIX norteamericano se ins- cribe en la
tendencia trascendentalista. Washington Irving (1783-1859) y John Greenleaf
Whittier (1807-1892) pertenecen a este grupo de poetas.
La
figura más destacada de la lírica norteamericana de este período es, sin
duda, Walt Withman (1819-1892), cuya voz profética se enuncia de forma
vibrante en su Canto a mí mismo y en sus Hojas
de hierba.
La
segunda figura emblemática de la lírica norteamericana es Emily Dickinson (1830-1886). Su vida enigmática, concuerda
plenamente con su concepción poética: la sencillez encierra la
trascendencia espiritual. Al morir, dejó mil ocho cientos poemas.
|
ANÁLISIS
1. No es
una característica del trascendentalismo:
a)
La admiración por la naturaleza.
b)
La sencillez expresiva.
c)
El afán de verosimilitud.
d)
La simbolización.
2. ¿Qué
aspectos encuentras en común entre el Romanticismo y el trascendentalismo?
Justifica tu respuesta.
3. Elabora
un paralelo entre el trascendentalismo y el realismo norteamericanos. Toma
como referencia el significado que tiene la realidad para el escritor.
4. Analiza
el siguiente fragmento. A continuación indica si pertenece al
trascendentalismo o al realismo:
Se dieron las últimas pinceladas, y durante
un momento el pintor quedó arrobado
ante la obra que acababa de trabajar tan primorosamente; pero al cabo de un
momento, cuando aún contemplaba su cuadro, palideció, tembló súbitamente y
horrorizado gritó:
-iEsto es realmente la vida misma!
Luego volvió los ojos hacia su amada.
¡Estaba muerta!
El
viejo había muerto. Levanté el colchón y examiné el cadáver. Sí, estaba
muerto, completamente muerto. Apoyé la mano sobre el corazón y la mantuve así
largo tiempo. No se sentía el menor latido. El viejo estaba bien muerto. Su
ojo no volvería a molestarme.
Si
ustedes continúan tomándome por loco dejarán de hacerlo cuando les describa
las astutas precauciones que adopté para esconder el cadáver La noche
avanzaba, mientras yo cumplía
mi trabajo con rapidez, pero en silencio. Ante todo
descuarticé el cadáver. Le corté la cabeza, brazos y piernas. Levanté luego tres
planchas del piso de la habitación y escondí los restos en el hueco. Volví a
colocar los tablones con tanta habilidad que ningún ojo humano -ni siquiera
el suyo- hubiera podido advertir la menor diferencia. No había nada que
lavar... ninguna mancha... ningún rastro de sangre. Yo era demasiado
precavido para eso. Una cuba había
recogido todo... ¡ja, jal
Cuando
hube terminado mi tarea eran las cuatro de la madrugada, pero seguía tan
oscuro como a medianoche. En momentos en que se oían las campanadas de la
hora, golpearon a la puerta de la calle. Acudí a abrir con toda tranquilidad,
pues ¿qué podía temer ahora ?
Hallé
a tres caballeros, que se presentaron
muy civilmente como oficiales de policía. Durante la noche, un vecino había
escuchado un alarido, por lo cual se sospechaba la posibilidad de algún
atentado. Al recibir este informe en el puesto de policía, habían comisionado a los tres
agentes para que registraran el lugar.
Sonreí, pues... ¿qué tenía que temer? Di la
bienvenida a los oficiales y les expliqué que yo había lanzado aquel grito
durante una pesadilla. Les hice saber que el viejo se había
ausentado a la campaña. Llevé a los visitantes a recorrer la casa y los
invité a que revisaran, a que revisaran bien. Finalmente, acabé
conduciéndolos a la habitación del muerto. Les mostré sus caudales intactos y
cómo cada cosa se hallaba en su lugar. En el entusiasmo de mis confidencias
traje sillas a la habitación y pedí a los tres caballeros que descansaran
allí de su fatiga, mientras yo mismo, con la audacia de mi perfecto triunfo,
colocaba mi silla en el exacto punto bajo el cual reposaba el cadáver de mi
víctima.
|
Los
oficiales se sentían satisfechos. Mis modales los habían convencido. Por mi
parte, me hallaba perfectamente cómodo. Sentáronse y hablaron de cosas comunes, mientras
yo les contestaba con animación. Mas, al cabo de un rato, empecé a notar que me ponía pálido y
deseé que se marcharan. Me dolía la cabeza y creía percibir un zumbido en los
oídos; pero los policías continuaban sentados y charlando. El zumbido se hizo
más intenso; seguía resonando y era cada vez más intenso. Hablé en
voz muy alta para librarme de esa sensación, pero continuaba lo mismo y se iba
haciendo cada vez más clara... hasta que, al fin, me di cuenta de que aquel sonido no
se producía dentro de mis oídos.
Sin
duda, debí de ponerme muy
pálido, pero seguí hablando con creciente soltura y levantando mucho la voz.
Empero, el sonido aumentaba... ¿y qué podía hacer yo? Hablé con mayor
rapidez, con vehemencia, pero el sonido crecía continuamente. Me puse en pie
y discutí sobre insignificancias en voz muy alta y con violentas gesticulaciones; pero
el sonido crecía continuamente. ¿Por qué no se iban ? Anduve de un lado a
otro, a grandes pasos, como si las observaciones de
aquellos hombres me enfurecieran; pero el sonido crecía continuamente. ¡Oh,
Dios! ¿Qué podía hacer yo? Lancé espumarajos de rabia... maldije... juré...
Balanceando la silla sobre la cual me había sentado, raspé con ella las
tablas del piso, pero el sonido sobrepujaba todos los otros y crecía sin cesar ¡Más alto... más
alto... más alto! Y entretanto los hombres seguían charlando plácidamente y sonriendo. ¿Era posible que no
oyeran? ¡Santo Dios! ¡No, no! ¡Claro que oían y que sospechaban! ¡Sabían... y se
estaban burlando de mi horror! ¡Sí, así lo pensé y así lo pienso hoy! ¡Pero
cualquier cosa era preferible a aquella agonía! ¡Cualquier cosa sería más
tolerable que aquel escarnio! ¡No podía soportar más tiempo sus sonrisas
hipócritas! ¡Sentí que tenía que gritar o morir, y entonces... otra vez... escuchen...
más fuerte... más fuerte... más fuerte... más fuerte!
-¡Basta ya de fingir, malvados! -aullé-.
¡Confieso que lo maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí... ahí! ¡Donde está
latiendo su horrible corazón!
Edgar Allan Poe
|
|
Nació
en Boston, Estados Unidos, en 1809. Quedó huérfano a muy corta edad y fue adoptado por un rico comerciante.
Viajó
a Inglaterra con su familia adoptiva y allí terminó la secundaria. A su regreso a Estados Unidos ingresó a la Universidad de Virginia. Fue un excelente alumno, pero debido a serias desavenencias con su padre no pudo seguir pagando sus estudios y tuvo que abandonar la universidad.
Colaboró
en diversas publicaciones y periódicos con abundantes artículos, poemas y críticas bibliográficas que lo hicieron muy famoso. Sin embargo, este trabajo apenas le permitió cubrir sus más inmediatas necesidades.
|
Murió en Báltimore, súbita y misteriosamente, en 1849.
Edgar
Alian Poe fue una de las figuras más representativas de la literatura nortea-
mericana de su época. Además de ser un acucioso crítico literario, escribió
hermosos poemas líricos. Pero su labor más reconocida es la de narrador.
Su
producción en prosa incluye una novela, Las
aventuras de Arthur Gordon Pym y numerosos cuentos cortos que
publicaba en los periódicos de la época y que luego se reunieron bajo el
título de Narraciones extraordinarias.
|
En
la actualidad, Poe es especialmente conocido por sus narraciones llenas de
mis- terio y horror, como La caída de la casa Usher, Los
asesinatos de la calle Morgue, etc. Con ellas, Edgar Allan Poe
inició un nuevo género literario, la literatura de terror, que ha seguido
cultivándose hasta nuestros días sin que ningún autor haya podido superar
todavía al iniciador del género.
En
los relatos de Poe están presentes las características que luego otros
autores apli- carían a la novela policial: la deducción lógica del brillante
detective, el suspenso, la atmósfera de intriga que se va intensificando a lo
largo de la historia.
La
mayoría de sus cuentos de terror son relatos fantásticos, en ambientes de
pesadilla. Para provocar la
curiosidad y el miedo en el lector, Poe se vale de elementos sobrenaturales
y de hechos extraordinarios. Por ejemplo, enterramientos de personas vivas,
historias de vampiros, manos surgiendo de la nada, traspaso de la vida de un
ser a otro, entre otros.
|
ANÁLISIS
1. Subraya
sólo las características que se apliquen a este cuento. Luego justifica tu
elección.
•
Relato realista.
•
Relato fantástico.
•
Ambiente de pesadilla.
•
Crítica social.
2. Poe
se vale de varios recursos literarios para provocar el miedo y la curiosidad
en el lector.Uno
de ellos es la reiteración, que consiste en la repetición
de palabras o frases claves en la
narración.
•
Lee atentamente el texto y marca todas las
palabras y frases que se repitan. Luego explica qué efecto provocan en el
lector estas reiteraciones.
•Ahora, identifica otros recursos con los que
el narrador atrapa el interés del lector en su relato.
Gracias en mi vejez gracias antes de irme,
Por la salud, el sol de mediodía, el aire
impalpable por la vida, nada mas que por
la
vida,
Por
los preciosos recuerdos inextinguibles (de ti, madre mía querida -de ti,
padre- de vosotros,
hermanos, hermanas, amigos),
Por
todos mis días -no sólo por los de la paz- también por los días de la guerra,
Por
las palabras dulces, las caricias, los regalos de los
países extranjeros,
Por
el albergue, el vino y el alimento -por la dulce
apreciación
(Vosotros,
lejanos, nebulosos, desconocidos - jóvenes o viejos- amados lectores
incontables, indeterminados,
Nunca
nos hemos visto y nunca nos veremos
-pero nuestras almas se abrazan largamente, estrechamente);
Por
los seres, grupos, amor, hechos, palabras, libros -por los colores, por las
formas,
Por
todos los hombres, fuertes, valerosos -hombres abnegados, intrépidos -que se han lanzado a socorrer a la
libertad en todas las épocas, en todos los países.
Para
los hombres más abnegados, más fuertes, más valientes -(un laurel especial
antes de irme, a los elegidos de los combates de la vida,
Los
artilleros de la poesía y el pensamiento -los grandes artilleros -los guías
primeros, capitanes del alma):
Corno
soldado que vuelve de una guerra terminada -corno un viajero entre millones,
a la procesión que ha pasado.
¡Gracias
-gracias jubilosas! -las gracias de un soldado, de un viajero.
|
Yo me celebro y yo me canto,
Y todo
cuanto es mío también es tuyo,
Porque no hay un átomo de mi cuerpo que no
te pertenezca.
Indolente y ocioso convido a mi alma,
Me
dejo estar y miro un tallo de
hierba de verano.
Mi
lengua, cada átomo de mi sangre, hechos con esta tierra, con este aire,
Nacido
aquí, de padres cuyos padres nacieron aquí, lo mismo que sus padres,
Yo
ahora, a los treinta y siete años de mi edad y con salud perfecta, comienzo,
Y espero
no cesar hasta mi muerte.
Me aparto de las escuelas y de las sectas, las dejo atrás; me
sirvieron, no las olvido;
Soy puerto para el bien y para el mal, hablo
sin cuidarme de riesgos,
Naturaleza
sin freno con elemental energía.
Creo que una hoja de hierba no es menos que
el camino recorrido por las estrellas.
Y
que la hormiga es perfecta, y que también lo son el grano de
arena y el huevo del zorzal,
Y
que la rana es una obra maestra, digna de las
más altas,
Y
que la zarzamora podría adornar los salones
del cielo,
Y
que la menor articulación de mi mano puede
humillar a todas las máquinas,
Y
que la vaca paciendo con la cabeza baja supera
a todas las estatuas,
Y
que un ratón es un milagro capaz de confundir
a millones de incrédulos.
Siento que en mi ser se incorporan el gneis,
el carbón, el musgo de largos filamentos, las frutas, los granos, las raíces
comestibles,
Y que
estoy hecho de cuadrúpedos y de pájaros,
Y
que puedo recuperar cuanto he dejado atrás,
Pero
que puedo hacerlo volver cuando se me antoje.
|
|
Nació en Long Island, Estados Unidos, en
1819,
en una familia de humildes granjeros.
Más
adelante entró a trabajar como aprendiz de imprenta. Este
trabajo le permitió conocer a varios intelectuales de la época
que lo invitaron a colaborar en numerosas revistas y publicaciones.
Su amplia cultura lo llevó a ascender rápidamente dentro del periodismo:
ocupó cargos importantes en diversos periódicos de la época.
En
1873 sufrió su primer ataque de parálisis, enfermedad
que
posteriormente lo obligaría emplear una silla de ruedas. Murió
en 1892.
Whitman
es uno de los más singulares representantes de la poesía norteamericana del
siglo XIX. Aunque escribió distintas obras en prosa y verso, la más conocida
es Hojas de hierba, extenso poemario que amplió y corrigió
a lo largo de su vida. Tras su publicación, Whitman fue tildado de indecente
e inmoral, e incluso fue despedido de su empleo. Poco a poco, sin embargo,
su fama se fue extendiendo y Whitman encontró numerosos defensores y
admiradores.
Hoy
en día es reconocido como un poeta genial y su obra es calificada de profundamente
humana, tanto por su intenso lirismo como por su apasionado amor hacia el
hombre y la naturaleza.
|
Whitman
se sirve de su poesía para hacer una llamada al optimismo vital. Sus
mensajes reflejan un
peculiar culto al hombre y a la naturaleza. Whitman
considera que la poesía es un don divino
y
profético, un don que pocos poseen y que le permite hablar por los
demás. Por ello se
proclama a sí mismo el salvador, el espíritu y la
conciencia humana.
Sus
versos son enérgicos, apasionados y al mismo tiempo de una singular belleza y
sensualidad.
El impulso de libertad y espontaneidad que expresa en sus poemas
también se traduce en su
orma poética: Whitman no aceptó normas ni modelos
que limitaran su capacidad de expresión,
escribió en verso libre y empleó un
vocabulario extremadamente variado.
ANÁLISIS
1.
A continuación encontrarás algunos versos
de Gracias en mi vejez.
Ubica
los versos en el poema y relaciona cada uno con alguna
característica
propia del trascendentalismo poético.
•
Gracias... por la vida, nada más que por la
vida.
•
Por todos los hombres... que se han lanzado a
socorrer a la libertad.
•
Para los hombres más abnegados, más fuertes,
más valientes...
2.
¿A
quiénes so refiere el poeta en los siguientes versos? ¿Por qué crees que los
llama “artilleros" y “capitanes del alma”?:
...un
laurel especial antes de irme, a los elegidos de los combates de la vida,
Los
artilleros de la poesía y el pensamiento -los grandes artilleros- los guías
primeros, capitanes del alma...
|
|
|
|
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario