miércoles, 25 de julio de 2012

LITERATURA ROMANA



A la llegada de los conquistadores romanos, Grecia ya había alcanzado el punto m alto de sus logros culturales e iniciaba la decadencia. Los romanos, entusiasmad por una cultura muy superior a la suya, empezaron por copiar los modelos griegos de la arquitectura y escultura. Es así como construyeron templos con columnas frontis, y también esculpieron retratos realistas al estilo griego.

Incluso la mitología griega se trasladó al mundo romano con ligeras modificaciones: cambiaron los nombres de los dioses, pero no las virtudes y poderes que los caracterizaban. Por ejemplo, la diosa Afrodita pasó en Ruma a llamarse Venus, pe continuó siendo la divinidad del amor y la belleza; Dionisos, el dios griego del vino y de la fiesta, pasó a llamarse Baco.

Esta adaptación del mundo griego sirvió como fundamento para el florecimiento de las formas artísticas de expresión al interior del imperio.

En cuanto a la literatura, los romanos se esforzaron por adaptar a su lengua, el latí los modelos griegos del teatro, la poesía épica y la lírica. Por eso la literatura romana se considera una prolongación de la griega, pero revitalizada con la energía y lengua del joven pueblo romano.


La literatura latina anterior a la conquista de Grecia era bastante rudimentaria. existían aún los tres géneros literarios clásicos (épica, lírica y teatro) y consistía en pequeñas composiciones poéticas denominadas carmina que se interpretaban en los actos públicos y en las ceremonias religiosas.



El natalicio de la literatura latina suele ubicarse en el año 240 a. de C. Ese año, los magistrados romanos encargaron a Livio Andrónico, un esclavo griego, que tradujera y adaptara una comedia y una tragedia griegas para ofrecerlas al pueblo roma no como un espectáculo más de los Juegos Públicos. El éxito determinó que desde entonces la representación de este tipo de obras se hiciera habitual.

Pero el teatro romano tenía un objetivo muy diferente al del teatro griego: no pre tendía la catarsis o purificación de las pasiones, sino que era un espectáculo más como el circo, cuyo fin era divertir y hacer reír al público.

Esto se debe fundamentalmente a que en el alma romana no existía una conciencia clara del valor ritual que para los griegos tenían las representaciones dramáticas: puesta en escena de los acontecimientos vividos por los personajes no tenía un sentido trascendente sino que se contemplaba desde el exterior, sin lograr la identificación que provocaba la catarsis.

Por eso, los romanos prefirieron la comedia a la tragedia; y en especial, la representación de las costumbres, situaciones amorosas y de la vida diaria, con presencia de los "personajes tipo" y que culmina con un final feliz.

Las comedias latinas adaptaban y mezclaban argumentos, personajes y situaciones de las comedias griegas. Pero además, los romanos aportaron innovaciones al teatro, como, por ejemplo, un prólogo donde el autor resumía el argumento de la obra También redujeron considerablemente el papel del coro e incrementaron el número de "personajes tipo" iniciados por la comedia griega.

Los principales comediógrafos latinos fueron Plauto y Terencio.
A diferencia de la poesía griega, compuesta para ser recitada o cantada, la romana fue creada para ser leída y difundida a través de un manuscrito.
La poesía latina vivió sus momentos más fructíferos y brillantes durante la época del emperador Augusto (de finales del siglo I a. de C. a principios del siglo I d. de C.). Ello se debió en gran parte al propio Augusto y también a su ministro Mecenas, quie­nes dieron considerable protección a los escritores de la época, tanto épicos como líricos.
La épica. Las epopeyas griegas despertaron en los romanos deseos de tener una poesía épica nacional, que explicara los orígenes de Roma. Entonces Virgilio, poeta romano, emprendió la tarea de escribir La Eneida. En esta obra se ubican los orí­genes de Roma en el admirado mundo griego.
La lírica. Durante siglos, los poetas latinos se esforzaron por crear una lengua poé­tica tan rica y expresiva como el griego; pero sus versos no conseguían la gracia y la musicalidad de los versos escritos en lengua griega. En la poesía lírica, este esfuer­zo culminó en el siglo I a. de C. con Virgilio y Horacio que, inspirándose en los poe­tas griegos, lograron una poesía lírica propiamente latina y de plenitud.
Las obras de estos poetas son, hasta hoy, piezas maestras de la literatura universal.
Análisis
1.   Lee y luego explica con tus propias palabras la siguiente afirmación del poeta latino Horacio: Grecia, conquistada, conquistó a su vez al feroz vencedor e introdujo las artes en el agreste Lacio.
2.  ¿Por qué se afirma que la literatura romana es una continuación de la griega?
3.   Los romanos asumieron y adaptaron la cultura griega, incluyendo su mitología. Así, aunque cambiaron los nombres de los dioses, mantuvieron sus atributos y las relaciones que existían entre ellos.
Te presentamos a continuación dos listas: una de dioses griegos y otra de romanos. En tu cuaderno, y con ayuda de una enciclopedia, relaciona a cada uno de los dioses griegos con su equivalente en la mitología romana.
Dioses griegos: Zeus, Poseidón, Hefestos, Afrodita, Hera, Ares, Atenea, Hermes, Artemisa. Dioses romanos: Júpiter, Minerva, Neptuno, Vulcano, Ceres, Marte, Diana, Mercurio, Juno.
Ahora elige a alguno de estos dioses y prepara una exposición sobre algún episodio mitológico que se refiera a él.
4.  Responde sobre el teatro romano:
  •    ¿Cuáles eran sus características?
  • ¿Qué diferencias tenía con el teatro griego? ¿Qué semejanzas?
  •   ¿Por qué los romanos prefirieron la comedia a la tragedia?
5.  Identifica la opción correcta:
¿Qué circunstancia favoreció el desarrollo de la poesía latina durante la época de Augusto?
a)  La imitación de los modelos griegos.
b)  El desarrollo de la lengua latina.
c)  La protección de Augusto y su ministro Mecenas.

  LA ENEIDA


El fragmento siguiente es uno de los más conocidos del poema. En él se narra la separación de Dido y Eneas. Para evitar el dolor de la despedida, el troyano Eneas ha decidido zarpar sin comunicárselo a su amada. Pero ella descubre los preparativos de la partida y se enfrenta a Eneas, exigiéndole que permanezca a su lado.



Hacía ya rato que Dido lo miraba de reojo; lo recorre todo, de pies a cabeza, con sus ojos, en silencio, y, encendida de ira, le habla así:
-(...) ¿Qué disimulo o qué mayores ultrajes puedo esperar? ¿Acaso se lamentó de mi llanto?, ¿acaso volvió sus ojos hacia mí? ¿Acaso, compadecido, ha llorado o se ha dolido por su amante?, ¿puede haber algo peor? Ya la poderosa Juno y el hijo Saturno y padre de los dioses no pueden mirar con buenos ojos estas cosas. En nada se puede confiar con seguridad. Arrojado a la playa, careciendo de todo, yo lo recibí y, en mi locura, compartí el trono con él; rehíce la flota que habían perdido, salvé a sus compañeros de la muerte (¡ay!, la ira me pone fuera de mí); ahora los augurios de Apolo, los oráculos de Licia y Mercurio, el mensajero de los dioses, enviado por el propio Júpiter; traen a través de los vientos estos horrendos mandatos. ¡Evidentemente, son las órdenes de los dioses las que crean esa inquietud que turba su tranquilidad! No te retengo; ve, sigue a Italia bajo el influjo de los vientos, parte hacia tu nuevo reino a través de los mares. Yo espero, en verdad, si los justos dioses tienen algún poder, que tú pasarás todos los suplicios en medio de los escollos y repetirás sin cesar el nombre de Dido. Ausente, te seguiré, sin embargo, donde quiera que vayas y, cuando la fría muerte separe mi alma de mis miembros, en todas partes estará mi sombra ante ti. Serás castigado, malvado. Lo sabré, y esta noticia me llegará hasta el reino de los muertos.
Después de decir esto, se detiene de repente y, extenuada, se desvanece, notando que se va alejando de Eneas hasta no verlo, dejando a éste lleno de temor precisamente cuando tenía que decir muchas cosas. Las damas la recogen y, desvanecida, la dejan sobre el lecho.
Pero el piadoso Eneas, aunque desea suavizar su dolor con palabras de consuelo y alejar así sus inquietudes y, gimiendo, lleva herida su alma por este grande amor, obedece, no obstante, el mandato de los dioses y vuelve a la flota. Entonces, los troyanos se inclinan y lanzan las altas naves al mar. Flotan las quillas revocadas de pez. Traen de los bosques remos todavía con sus hojas y troncos
aún sin pulir, por el deseo de la fuga rápida. Podríais verlos correr de la ciudad a la playa saliendo de todas partes, como hormigas cuando destruyen un gran montón de trigo, acordándose del invierno, para llenar su hormiguero, y forman un negro ejército para transportar su carga a través de un estrecho camino abierto entre las hierbas: unas firmes, llevan en sus hombros los grandes granos, otras rehacen las filas y acosan a las rezagadas; todo el sendero es un hervidero de trabajo.
Dido, ¿qué pensamiento tenías al ver tales cosas? ¡Qué lamentos proferías cuando veías desde lo alto de tu palacio la agitación de la playa y que el ruido del mar se mezclaba con el griterío! ¡Oh amor desconsiderado, a qué no obligas a los corazones de los mortales! De nuevo se ve obligada a recurrir a las lágrimas, a probar otra vez la súplica, para que ella, que ha de morir, no deje nada por intentar, aunque sea en vano. Y dice Dido así, dirigiéndose a su hermana:
-Ana, ya ves ese afanarse en la costa, y cómo están llegando de todas partes; la vela llama a los vientos, y los regocijados marineros han colocado las guirnaldas. Si yo he vivido sabiendo que llegaría este gran dolor, también, hermana, podré soportarlo. No obstante, Ana, trata de conseguir esta única cosa para mí, infortunada. (...) Ve, hermana, y habla suplicante a ese soberbio extranjero. Yo no soy enemiga de los troyanos. ¿Por qué no permite entonces que mis palabras lleguen a sus duros oídos? ¿Adonde va? Que conceda esta última gracia a su amante; que espere para la huida una mejor oportunidad y vientos que le lleven. No pido ya que me siga queriendo, ni que renuncie al hermoso Lacio y a su reino; pido un poco de tiempo sin valor; una tregua, un poco de tiempo para calmar mi furor, mientras que la fortuna me enseña a sufrir. Esta es la última cosa que le pido (compadécete de tu hermana), y si llega a concedérmela, se la devolveré cumplida con mi muerte. Con tales palabras suplicaba, y la triste hermana lleva y refiere con detalles estos lamentos.


                                                                                                                                                                                     Virgilio

Virgilio

El poeta Virgilio nació en el año 70 a. de C., en una familia de humildes campesinos. Pasó su infancia en el campo y luego estudió retórica en varias ciudades. Años después se instaló en Roma, donde vivió bajo la protección de Mecenas, ministro de Augusto, y del mismo Emperador. Gracias a ello se dedicó enteramente a la poesía.

De temperamento tímido y melancólico, Virgilio es conocido como "el cantor de la naturaleza" porque se inició como escritor con dos importantes obras, Las Bucólicas y Las Geórgicas, en las que presenta una naturaleza idealizada, donde la vida trans­curre en forma sosegada, suave y apacible.
Sin embargo, también es el cantor de la patria, ya que su obra más perfecta, La Eneida, vincula el origen del pueblo romano con el glorioso pasado griego.
La Eneida narra las aventuras de Eneas (héroe de la guerra de Troya que se narra en La Ilíada) quien, después de realizar muchas hazañas, se instala en el Lacio, región donde más tarde dará comienzo a la estirpe romana.
Con La Eneida, Virgilio no sólo buscaba explicar los orígenes heroicos de Roma, sino también vincular todo su pasado, sus personajes ilustres y sus in


Aunque la naturaleza creada por Virgilio no existía en ningún lugar, el valor poéti­co y sugestivo de sus versos no sólo creó un nuevo género lírico (las églogas o poemas pastoriles) sino que también dio lugar a la aparición de la novela pastoril, que fue muy cultivada siglos más tarde, en otros períodos de la historia literaria.

Su refinado lenguaje y su exquisita sensibilidad tuvieron gran influencia en el desa­rrollo de la poesía latina. Y durante la Edad Media su fama creció: Dante Alighieri, el gran poeta italiano, lo adoptó como maestro y guía en su travesía por el Más Allá.

Análisis                      
1.   Una vez que hayas leído el fragmento de La Eneida, responde a las siguientes preguntas:
  ¿En qué estado de ánimo se encuentra Dido? ¿Qué terribles reproches le hace a Eneas?
  ¿Por qué debe irse Eneas a pesar del amor que siente por Dido?
  ¿Qué mensaje le envía Dido a Eneas, a través de Ana? ¿Qué respuesta obtuvo Dido?
2.   ¿Crees que, en este texto, el amor está presentado como una fuerza destructiva e irracional? Fundamenta tu respuesta en el texto.
3.   Ubica en el texto las tres fases por las que pasó Dido, desesperada por retener a su amado: el reproche, la maldición, la súplica.
4.   Virgilio imita conscientemente a Homero. Esta imitación se da también en las comparaciones.
   Lee el texto e indica con qué es comparado el ejército de los troyanos. Luego explica qué cualidades de los troyanos se realzan mediante el uso de la comparación.
5.   Piensa en Eneas y en otros héroes clásicos (por ejemplo, Odiseo y Antígona) y responde:
  ¿Qué actitud tienen frente al destino?
          ¿Cómo se comportan frente al mandato de los dioses?

Oda X
En la travesía de la vida, querido Licinio, no hay que arrostrar siempre los peligros de alta mar, ni tampoco por un temor excesivo a temporales, acercarse demasiado a la costa sembrada de pérfidos escollos.
Aquel que ama el equilibrio, más precioso que el oro, vive sin inquietudes ni ambiciones; no habita bajo un tejado roto que cobija la miseria, ni en fastuosos palacios que son objeto de envidia.
El pino alto se ve con más frecuencia batido por los vientos; las torres altas caen con más estrépito de más arriba; los rayos hieren la cumbre de los montes.
El alma preparada a los golpes de la suerte, en la fortuna o en el infortunio, teme o espera algún cambio. Júpiter aleja unas veces y otras atrae los sombríos inviernos.
Si hoy estamos mal, mañana tal vez no será así y estaremos mejor; no siempre Apolo tiene tendido su arco terrible; sino que a veces, cogiendo su lira, despierta a la musa silente.
Sé firme y animoso en la adversidad; mas si un viento demasiado favorable viene a hinchar con fuerza tus velas, sé prudente, y date prisa en recogerlas.



Como es hondo misterio, bella amada,
La suerte que nos tienen reservada
 Los altos dioses conocer no quieras,
Y       ni curiosa, con febril mirada
Babilónicos números inquieras.
A lo que venga, ¡rostro lisonjero!
Que te dé Jove vida larga o corta,
O que este invierno sea el postrimero
Que el mar toscano despedac fiero
Contra sombrío peñascal, no importa.
Sé cuerda. Filtra el vino, y sonriendo
Tus largas esperanzas atempera
A lo breve y mudable de la vida.
Mientras ambos hablamos, acelera
Su curso el tiempo que en correr se afana.
Aprovecha tu día placentera
Y     no esperes el día de mañana.

Feliz aquel que de negocios alejado
Y      sin ningún afán, cual los mortales De tiempo ya pasado,
Los campos paternales                                   Con bueyes propios ara confiado. (...)

Ya sarmientos crecidos en la era
Al tronco de los árboles marida,
O con la podadera
Corta rama sin vida
Para que otras en el tronco ingiera.
O a su grey mugidora ve tranquila Pastar, o junto a claros manantiales, O la miel que destila
Recoge de panales
O a enferma oveja, cuidadoso esquila.




Y       cuál goza al coger, la sien ya orlada
De frutas el otoño, entre albor puro,
Pera que fue injertada,
Y     el racimo maduro
Que es púrpura encendida a la mirada. (...)
O a la hora serena del Poniente
Ve el campo lejos dilatarse,
en tanto Que rumores de fuente
O de aves dulce canto
Le van trayendo el sueño blandamente.
O tiende red en matorral tupido
Para el tordo voraz, o ve anhelante
El lazo en que ha caído La liebre o grulla errante,
De sus ajanes premio merecido.
Pero cuando el invierno en lontananza
Con nieve y lluvia asoma, presuroso
Con su jauría avanza Tras jabalí cerdoso
Y     en trampa oculta, rápido lo lanza.
¿Quién del amor así pena enojosa
No aleja? Y más cuando consorte honrada,
Cual sabina hacendosa
O pullesa tostada
Al sol, hogar y prole ve amorosa.
Y      al llegar el marido fatigado Enciende con premura enjuta leña,
Y    el alegre ganado Ya recogido,ordeña
Llenas ubres, activa, en el cercado.

                                                                     Horacio



El poeta latino Horacio vivió entre los años 65 y 8 a. de C. Fue contemporáneo y amigo de Virgilio. En las vidas de ambos poetas existen muchas coincidencias: su origen humilde, su educación amplia y esmerada, la protección de Mecenas y la conciencia de vivir en un momento privilegiado de la historia de Roma, bajo el esplendor y la paz del gobierno de Augusto.


A diferencia de Virgilio, Horacio no emprendió grandes empresas literarias pues, para él, el secreto de la felicidad estuvo en un equilibrio que él denominaba "el dora­do término medio", que consiste en no ambicionar nada excesivamente. Sin embar­go, su mérito consiste precisamente en eso: Horacio tuvo el poder de transformar en poesía una gran variedad de temas, hasta los más sencillos.
Los preceptos de Horacio han atravesado los siglos y han llegado hasta nosotros resumidos en la famosa máxima latina carpe diem (que significa aprovecha el día) y que nos invocan a vivir y aprovechar intensamente el presente, a disfrutar con ale­gría cada instante de la vida antes de que ésta se acabe, y a no preocuparnos dema­siado por lo que nos traerá el futuro.
Horacio fue autor de dos libros de poemas satíricos en los que, con ironía y a veces con dureza, criticó a diversos personajes de su época, entre ellos a los adúlteros, a los necios y a los cazadores de herencias.
Sin embargo, la obra cumbre de su poesía son sus Odas. En ellas, Horacio recrea temas de tipo amoroso, filosófico y patriótico.
Escribió también Epístolas, cartas dirigidas a sus amigos pero destinadas a ser leídas por todos.
En toda la obra de Horacio hay una constante búsqueda de perfección. La armo­nía y la elegancia de sus composiciones le han valido ser considerado un autor clá­sico; es decir, un modelo de perfección formal para las generaciones posteriores.



Analisis
  1.    La antítesis es un recurso literario que consiste en la contraposición de ideas o palabras de significado opuesto. Horacio la utiliza para  reflejar esos extremos de los cuales debemos alejarnos en nuestras actitudes.

  Lee detenidamente la Oda X e indica todas las antítesis que encuentres.

2.    La Oda XI resume otro célebre consejo de Horacio: el carpe diem.

   Explica con tus propias palabras en qué consiste el consejo del poeta. Luego busca los versos que mejor resuman esta idea.

3.   Lee el poema Feliz aquel... y responde:

  ¿Qué tipo de persona ensalza el poeta? ¿Y qué tipo critica?

  ¿A cuál de los dos tipos humanos pertenece Alfio, el usurero?

4.   ¿Estás de acuerdo con la manera como Horacio nos aconseja tomar la vida? ¿Crees que estos preceptos tienen validez en nuestros días? ¿Por qué?













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