domingo, 29 de julio de 2012

EL ROMANTICISMO SIGLO XIX

CONTEXTO PARA EL MOVIMIENTO DEL ROMANTICISMO




A partir del último cuarto del siglo XVIII entró en crisis la monarquía absoluta, 
sistema político y social que imperaba entonces en Europa. 
Este hecho se manifestó en dos trascendentales acontecimientos: 
la revolución política y la revolución industrial.
La revolución política se inició con la Independencia de Estados Unidos en 1776


Luego, en 1789 se desencadenó una de las más radicales y sangrientas
 revoluciones: la Revolución Francesa, a la que seguirían una serie de 
rebeliones en distintas partes de Europa contra el poder absoluto del rey
 y a favor de las libertades del hombre y del ciudadano.




La revolución industrial se inició en Inglaterra a fines del siglo XVIII y produjo a lo largo  
del siglo XIX profundas transformaciones en el orden económico y social de toda Europa. 
La utilización de nuevas técnicas y nuevas fuentes de energía trajo grandes 
consecuencias: a partir de entonces, la producción se hizo masiva, los obreros 
asalariados desplazaron a los artesanos y los pequeños talleres fueron 
reemplazados por enormes fábricas e industrias.




  • Caperucita y el lobo, en una edición de los Cuentos de los hermanos Grimm. El cuento de hadas fue muy popular durante el Romanticismo. 
    Sus personajes reflejan el interés romántico por los elementos exóticos que se encontraban en la tradición nacional.










    Una tradición alemana contaba que un hombre vendió su alma al diablo a cambio de disfrutar los placeres de la vida. Este tema inspiró a Goethe en su drama Fausto.
    En la ilustración, Fausto firma con su sangre el pacto con el demonio.







    Entre 1800 y 1850, la industria editorial recibió un gran impulso debido a los avances técnicos que facilitaron la producción masiva de libros y periódicos. Como consecuencia de ello, el público lector aumentó considerablemente. Los periódicos y las revistas se convirtieron en la tribuna más frecuente de los escritores que empezaron a cobrar honorarios por sus colaboraciones.


    LA LITERATURA ROMÁNTICA

         Alemania, cuna del Romanticismo




    Alemania reaccionó tempranamente contra el Neoclasicismo. Ya en el siglo XVIII, un grupo de jóvenes poetas se unió bajo el lema Sturm und Drang, que significa tem- pestad e ímpetu. Este grupo defendía ante todo la libertad del artista. Consideraba, además, que la literatura no debía perseguir ningún fin, excepto la belleza.

    La razón, impuesta como un valor fundamental por el Neoclasicismo, fue también atacada. Así, para el Sturm und Drang la genialidad del hombre no estaba en sus ideas sino en el poder de su imaginación.

    El Romanticismo es un movimiento de breve duración, aunque extraordinariamente te rico en autores, obras y géneros literarios. Por otra parte, el movimiento román- tico no es del todo uniforme. Al interior del Romanticismo hubo dos tendencias principales:

      Un Romanticismo exaltado, individualista, que destacaba la importancia de las percepciones subjetivas frente al mundo.
    Un Romanticismo tradicional o moderado, que trata preferentemente temas de corte histórico. Al interior de esta forma de Romanticismo surgieron nuevas formas para los géneros ya establecidos, como en el caso de la novela histórica. El estilo romántico rompio con la forma de escritura propia del Neoclasicismo. De la normatividad neoclásica, da paso a la expresión libre de los sentimientos, a la vez que los elementos que conforman el ambiente y los escenarios de las obras se carac- terizan por ser un reflejo de los estados de ánimo de los personajes que en ellos se desenvuelven.
    Los temas románticos

    Los principales temas y escenarios recreados en la literatura romántica fueron los siguientes:
      Los sentimientos íntimos, especialmente, el amor. Este constituye materia ina-  gotable de obras literarias.
      La historia y la tradición popular. Los autores románticos sintieron gran pre- dilección por los temas históricos. Uno de sus períodos preferidos fue la Edad Media, en la que encontraron una gran cantidad de motivos poéticos para sus obras. Al igual que lo medieval, también lo remoto, lo exótico y las leyendas populares alimentaban su imaginación.


      La defensa de los valores nacionales, que se manifestaba 
     muchas veces en un nacionalismo apasionado.

      La naturaleza. Para el escritor romántico, la naturaleza no es
     un mudo testigo delo que le ocurre, sino un ser vivo que participa 
     de sus sentimientos. Por eso, los paisajes evocados por el autor 
    están asociados con los estados del alma del poeta o de los 
    personajes de las obras narrativas.


    PRINCIPALES GÉNEROS DEL ROMANTICISMO

    La poesía


    La imitación neoclásica fue sustituida por la originalidad romántica. 
    Los poetas románticos trataron de superar las barreras que se 
    interponían entre su corazón y su poesía; es decir, dejaron que 
    sus sentimientos se expresaran libremente, sin normas ni ataduras.

    La prosa

    El tipo de novela característico del Romanticismo es de tema amoroso. La más célebre es Las desventuras del joven Werther-del escritor alemán Goethe que causó verdadero furor en su época.
    Se escribieron además numerosas novelas históricas que revelaban el gusto romántico por la aventura, la leyenda y el pasado histórico. Los prosistas más conocidos de este tipo de obras fueron el inglés Walter Scott, autor de la célebre novela Ivanhoe y los franceses Víctor Hugo y Alejandro Dumas.
    Se cultivó también el cuento, principalmente el cuento fantástico. Este tipo de narraciones se caracterizan por introducir en el relato hechos sobrenaturales que provocan alarma e inquietud en el lector. El principal escritor de cuentos fantásticos del Romanticismo fue el alemán Theodor A. Hoffmann.
    El teatro

    Los dramaturgos románticos rechazaron las tres unidades (de acción, tiempo y lugar) establecidas por las normas clásicas y desarrollaron un tipo de teatro en el que primaban la libertad y la creatividad del autor.
    Esta libertad no admitía límites y a veces hacía técnicamente imposible la escenifi­cación de la obra. Por eso, surgió una nueva especie literaria: el poema dramáti­co, que no estaba escrito para ser representado en un escenario, sino para ser leído.
    El autor de teatro más representativo del Romanticismo fue el francés Víctor Hugo, quien también se destacó como novelista.




    ANÁLISIS

    1. Responde:
      ¿Qué situación política se vivía en Europa al llegar el siglo XIX?
      ¿A qué se denomina revolución industrial?
      ¿Qué consecuencias tuvo la revolución industrial en el orden social de Europa?
    2.  Marca la posibilidad que mejor caracteriza al hombre romántico:
    a)  optimista y agresivo.
    b)  individualista e idealista.                                                                        
    c)  sentimental y cortés.                                                                              
    d)  conforme.
    3.  La palabra romántico se sigue empleando hoy en día para calificar a cierto tipo de personas. Elabora una definición de lo que entendemos por romántico en la actualidad. ¿Qué características del romántico de hoy son las mismas que las del hombre del siglo XIX? Justifica tu respuesta.
    4.  Escribe N (Neoclasicismo) o R (Romanticismo), según asocies a uno u otro movimiento las siguientes características:
      Respeto a las normas ( )
      Expresión de sentimientos íntimos ( )
      Exaltación de la libertad del artista ( )
      Afán moralizador ( )
      Culto a la razón ( )
      Gusto por los temas históricos ( )
      Culto a la imaginación ( )
      Retorno a los modelos clásicos ( )
    Werther es un joven que ha perdido el amor de Carlota, ha perdido su empleo en la Embajada y, además, es rechazado por la sociedad tras haber defendido a un reo por homicidio. Desilusionado, le escribe a su amigo Guillermo:                                                                                                                                       

    Querido Guillermo:

    Me encuentro en un estado que debe parecerse al de los desgraciados que antiguamente se creían poseídos del espíritu maligno. No es el pesar; no es tampoco un deseo ardiente, sino una rabia sorda y sin nombre que me desgarra el pecho, me anuda la garganta y me sofoca. Sufro, quisiera huir de mí mismo, y paso las noches vagando por los parajes desiertos y sombríos en que abunda esta estación enemiga.
    Anoche salí. Sobrevino súbitamente el deshielo y supe que el río había salido de madre, que todos los arroyos de Wahlheim corrían desbordados y que la inundación era completa en mi querido valle. Me dirigí a él cuando rayaba la media noche, y presencié un espectáculo aterrador. Desde la cumbre de una roca vi, a la claridad de la luna, revolverse los torrentes por los campos, por las praderas y entre los vallados, devorándolo y sumergiéndolo todo; vi desaparecer el valle; vi en su lugar, un mar rugiente y espumoso, azotado por el soplo de los huracanes. Después, profundas tinieblas; después, la luna, que aparecía de nuevo para arrojar una siniestra claridad sobre aquel soberbio e imponente cuadro. Las olas rodaban con estrépito..., venían a estrellarse a mis pies violentamente... Un extraño temblor y una tentación inexplicable se apoderaron de mí
    Me encontraba allí con los brazos extendidos hacia el abismo, acariciando la idea de arrojarme en él. Sí, arrojarme y sepultar conmigo en su fondo mis dolores y sufrimientos. Pero ¡ay!, ¡qué desgraciado soy! No tuve fuerzas para concluir de una vez con mis males; mi hora no ha llegado todavía, lo conozco. ¡Ah Guillermo, con qué placer hubiera dado esta pobre vida humana para confundirme con el huracán, rasgar con él los mares y agitar sus olas! iAh!, ¿no alcanzaremos nunca esta dicha los que nos consumimos en nuestra prisión ?
    ¡Qué tristeza se apoderó de mí cuando mis ojos se fijaron en el sitio donde había descansado con Carlota, bajo un sauce, después de un largo paseo! También allí había llegado la inundación y a duras penas pude distinguir la copa del sauce. Pensé entonces en la casa de Carlota, en sus prados... El torrente debía haber arrancado también nuestros pabellones y destruido nuestros lechos de césped. Un luminoso rayo del pasado brilló delante de mi alma, como brilla en los sueños de un cautivo una ola de luz que le finge praderas, ganados o grandezas de la vida. Yo estaba allí de pie..., ¡ah!, ¿es que me falta valor par morir?

    Yo debía... Y, sin embargo, heme aquí como una pobre vieja que recoge del suelo sus andrajos y va, a puerta en puerta, pidiendo pan para sostener y prolongar un instante más su miserable vida.

    ¿Qué es esto, caro amigo? A mí mismo me doy miedo. (...) ¡Esta noche -cómo tiemblo al decirlo- la tuve a ella en mis brazos, fuertemente apretada contra mi pecho, y estampé en sus labios, murmurantes de amor, infinitos besos! ¡Mis ojos se perdían en la embriaguez de los suyos! ¡Dios! ¿Seré merecedor de castigo por sentir aún ahora una felicidad al evocar con íntimo fervor esos candentes goces? ¡Carlota! ¡Carlota!... ¡Soy hombre al agua!... Llenos de confusión tengo los sentidos; ocho días llevo ya sin fuerzas para pensar en nada, llenos de lágrimas mis ojos. En ninguna parte me encuentro a gusto, y en todas me hallo bien. Nada deseo, no pido nada. ¡Lo mejor que podría hacer sería irme!

                                                                                                                                                JOHANN WOLFGANG GOETHE




    Nació en Frankfurt, Alemania, en 1749. Cursó estudios de

    leyes, pero abandonó la carrera para dedicarse a la literatura y a

    la investigación.

    Mantuvo siempre estrecho contacto con muchos de los filósofos

    y escritores de su época y su saber enciclopédico le permitió

    redactar, además de hermosas obras literarias, tratados

    científicos de geografía, óptica, historia natural, etc.

    Murió en Weimar, Alemania, en 1832.

    Goethe, novelista y dramaturgo alemán, es considerado uno de los más grandes escritores de todas las épocas. Formó parte del Sturm und Drang, movimiento precursor del Romanticismo, y plasmó en su obra los valores de este movimiento.
    Poseía un amplísima cultura literaria y tuvo como modelos las más variadas obras y los más variados autores, entre ellos, los clásicos griegos y latinos, Shakespeare y la poesía popular alemana. Sus obras más conocidas son Las desventuras del joven Werther y el drama Fausto, su gran obra de madurez.
    Las desventuras del joven Werther es protagonizada por Werther, un joven y talentoso escritor que, a través de la cartas a un amigo, narra su apasionado amor por una muchacha llamada Carlota. Ella le corresponde pero desgraciadamente está prometida en matrimonio a otro hombre, con quien finalmente se casa. Werther no puede soportar este abandono y se suicida.
    El carácter de Werther como personaje corresponde con la visión romántica: el hombre se enfrenta al mundo, procurando imponer a éste último sus ideales, pero fracasa. La vida entonces, llega a un límite insostenible en el que sólo su negación, es decir, la muerte, puede ser una alternativa digna de aquel que conserva sus ideales.




    ANÁLISIS


    1.  Resume brevemente las ideas y sentimientos que Werther le expresa a su amigo Guillermo.
    2.  Según lo que has entendido, marca V (verdadero) o F (falso).
      El héroe pasa de la rabia y desesperación a la dulce nostalgia. ( )
      El poeta siente resignación por haber perdido a su amada. ( )
      El joven Werther se siente poseído por una fuerza sobrenatural. ( )
      El protagonista considera que la muerte sería para él una liberación. ( )
    3.  ¿Te parece que el amor que sentía Werther por Carlota era correspondido? Indica en el texto las
    palabras que fundamenten tu respuesta.
    4.  Identifica en el texto de la lectura las siguientes características del Romanticismo:
      Expresión de sentimientos íntimos.
      Rechazo a la razón y a los dogmatismos morales.
      Libertad de la imaginación.
    5. La Naturaleza es presentada como un ser vivo que participa de los sentimientos del joven Werther.
                Teniendo esto en cuenta, reflexiona y responde.
               ¿Qué sentimientos le sugiere al lector la descripción que Werther hace de la naturaleza?



    Al inicio de la novela, Juan Valjean sale de la cárcel amargado y sin amigos. El único que lo ayuda es un obispo que le da posada y lo trata como a un ser humano digno de caridad y respeto. Pero Valjean, necesitado de dinero, le roba unos cubiertos de plata y huye. Poco después es descubierto por la policía y llevado ante el obispo. La escena que vas a leer es la continuación de esta historia.


    Cuando el ama y la hermana iban a levantarse de la mesa, tocaron la puerta.
    -Adelante- dijo el obispo.
    Abrióse la puerta. Un grupo extraño y violento apareció en el umbral Tres hombres traían a otro agarrado del cuello. Los tres hombres eran tres gendarmes. El cuarto era Jean Valjean.
    Un cabo de gendarmes que parecía dirigir el grupo, estaba también cerca de la puerta. A poco entró y se dirigió al obispo haciendo el saludo militar.
    -Monseñor... - dijo.
    Al oír esta palabra Jean Valjean, que estaba silencioso y parecía abatido, levantó estupefacto la cabeza.
    -¡Monseñor! -murmuró-. ¡No es el cura!...
    -Silencio -dijo un gendarme-. Es su Ilustrísima el obispo.
    Mientras tanto, monseñor Bienvenido se había aproximado tan precipitadamente corno lo permitía su edad.
    -¡Ah, estáis aquí! -dijo mirando a Jean Valjean-. Me alegro de veros. Os había dado también los candeleros, que son de plata, y os pueden valer también doscientos francos. ¿Por qué no los habéis llevado con los cubiertos?
    Jean Valjean abrió los ojos y miró al venerable obispo con una expresión que no podría pintar ningún lenguaje humano.
    -Monseñor -dijo el cabo de gendarmes-: ¿es verdad lo que decía ese hombre? Lo hemos encontrado como si fuese huyendo, y lo hemos detenido hasta ver. Tenía esos cubiertos...
    -¿ Y os ha dicho -interrumpió sonriendo el obispo- que se los había dado un hombre, un sacerdote anciano, en cuya casa había pasado la noche? Ya lo veo. Y lo habéis traído aquí. Eso no es nada.
    -Según eso -dijo el gendarme-, ¿podemos dejarlo libre?

    -Sin duda -dijo el obispo.
    Los gendarmes soltaron a Jean Valjean, que retrocedió.
    -¿Es verdad que me dejáis ? -dijo con voz inarticulada, y como si hablase en sueños.
    -Sí; te dejamos, ¿no lo oyes? -le dijo un gendarme.
    -Amigo mío -dijo el obispo-, tomad vuestros candeleros antes de iros. Llevadlos.
    Y fue a la chimenea, cogió los dos candelabros de plata y los dio a Jean Valjean. Las dos mujeres lo miraban sin hablar palabra, sin hacer un gesto, sin dirigir una mirada que pudiese distraer al obispo.
    Jean Valjean, temblando de pies a cabeza, tomó
    l                                   os dos candeleros con aire distraído.
    -Ahora -dijo el obispo-, id en paz. Y a propósito, cuando volváis, amigo mío, es inútil que paséis por el jardín. Podéis entrar y salir siempre por la puerta de la calle. Está cerrada sólo con el picaporte noche y día.
    Después, volviéndose a los gendarmes, les dijo:
    -Señores, podéis retiraros.
    Los gendarmes salieron.
    Jean Valjean quedó como un hombre que va a desmayarse.
    El obispo se aproximó a él y le dijo en voz baja:
    -No olvidéis nunca que me habéis prometido emplear este dinero en haceros hombre honrado.
    Jean Valjean, que no recordaba haber prometido nada, quedó suspenso.
    El obispo había recargado estas palabras al pronunciarlas, y continuó con solemnidad:
    -Jean Valjean, hermano mío, vos no pertenece al mal, sino al bien. Yo compro vuestra alma; yo la libro de las negras ideas y del espíritu de perdición, y la consagro a Dios.

                                                                                    VIRTOR  HUGO

                                                             VÍCTOR HUGO



    Nació en Besancon, Francia, en 1802. Su padre fue general de
    Napoleón. Debido a ello recorrió durante su niñez y
    adolescencia gran parte de España e Italia, viviendo situaciones
    azarosas que llenaron su imaginación de aventura y fantasía.
    Durante su vida ejerció numerosas funciones: fue diputado,
    académico e historiador. Pero su verdadera vocación fue
    siempre la literatura.
    Alcanzó en vida una gran popularidad y a su muerte, en 1885,
    se le rindieron numerosos homenajes. Sus cenizas descansan
    en el Panteón de Hombres Ilustres, de París.

    Víctor Hugo fue el líder indiscutible del Romanticismo francés. Su vasta producción literaria -que abarca obras en los tres géneros- presenta los valores característicos del movimiento romántico: el interés por la historia, la insatisfacción social, la preponderancia del sentimiento sobre la razón, y el afán de libertad.
    Sus novelas son lo más conocido de su producción. Entre ellas, las más importan- tes son Los miserables y Nuestra Señora de París. En esta última Víctor Hugo narra los esfuerzos del horrible y deforme Quasimodo, para salvar a la bella Esmeralda. tensa Esmeralda de los peligros que la acechan.
    En el género teatral destaca su obra Hernani, cuyo estreno encendió vivas polémi­cas entre los defensores de la libertad artística -los románticos- y los críticos de la época, partidarios del Neoclasicismo.


    “Para mí la humanidad tiene un sinónimo: igualdad”. Estas palabras de Víctor Hugo nos hablan del profundo interés social que movía al autor y que lo llevó a escribir la historia de Los miserables.
    La novela narra los infortunios de Valjean, un ex presidiario, condenado a veinte años de cárcel por haber robado un pedazo de pan. Valjean sale de la cárcel e intenta hacer una nueva vida con un nombre supuesto. Pero es perseguido constantemente por el policía Javert, quien sospecha su verdadera identidad y lo busca por un hurto cometido poco después de su excarcelación.

    ANÁLISIS

    1.  Lee atentamente el texto y luego responde.
      ¿Quiénes traían a Jean Valjean? ¿Ante quién pensaba Jean Valjean que estaba?
      ¿Por qué lo llevaron ante el obispo?
      ¿Cómo encubrió el obispo al ladrón? ¿Qué otra ayuda le ofreció?
    2.  ¿Consideras que, a partir de este episodio, Valjean será un hombre redimido por la bondad del obispo? ¿Por qué lo crees así?
    3.  Explica cómo están plasmadas en el texto, las siguientes características de Romanticismo:
      Rebeldía contra las injusticias sociales.
      Predominio del sentimiento sobre la razón.
      Afán de libertad.




    Durante el primer encuentro entre los tres mosqueteros y d´Artagnan, éste ofende involuntariamente a Athos, Porthos y Aramis. Entonces, d´Artagnan los reta a duelo y cita a cada uno de ellos por separado. Al primer duelo, en que debía combatir con Athos, se presentan como padrinos Porthos y Aramis. Todos desenvainan sus espadas. En ese momento, aparecen los guardias de Richelieu (enemigo del Rey) capitaneados por Jussac.

    -¡Los guardias del Cardenal! -gritaron a la vez Porthos y Aramis-. ¡Envainad las espadas, señores, envainad las espadas!
    Pero era demasiado tarde. Los dos combatientes habían sido vistos en una postura que no permitía dudar de sus intenciones.
    -¡Hola! -gritó Jussac avanzando hacia ellos y haciendo una señal a sus hombres de hacer otro tanto-, ¡hola, mosqueteros!, ¿nos estamos batiendo en duelo ? ¿Para qué queremos entonces los edictos ?
    -Sois muy generosos, señores guardias -dijo Athos lleno de rencor, porque Jussac era uno de los agresores de la antevíspera-. Si os viésemos batiros, os respondo que nos guardaríamos mucho de impedíroslo. Dejadnos, pues, hacerlo, y podréis tener un rato de placer sin ningún gasto.
    -Señores -dijo Jussac-, con gran pesar os declaro que es imposible. Nuestro deber ante todo. Envainad, pues, por favor, y seguidnos.
    -Señor -dijo Aramis parodiando a Jussac-, con gran placer obedeceríamos vuestra graciosa invitación, si ello dependiese de nosotros; pero desgraciadamente es imposible: el señor de Tréville nos lo ha prohibido. Pasad, pues, de largo. Es lo mejor que podéis hacer.
    Aquella broma exasperó a Jussac.
    -Entonces cargaremos contra vosotros, si desobedecéis.
    -Son cinco -dijo Athos a media voz-; y nosotros sólo somos tres; seremos batidos y tendremos que morir aquí porque juro que no volveré a aparecer vencido ante el capitán.
    Entonces Porthos y Aramis se acercaron inmediatamente uno a otro, mientras Jussac alineaba a sus hombres.
    Este solo momento bastó a d´Artagnan para tomar una decisión: era aquel uno de esos momentos que deciden la vida de un hombre, había que elegir entre el Rey y el Cardenal; hecha la elección, había que perseverar en ella. Batirse, es decir, desobedecer la ley, es decir, arriesgar la cabeza, es decir, hacerse de un solo golpe enemigo de un ministro más poderoso que el Rey mismo: eso es lo que vislumbró el joven y, digámoslo en alabanza suya, no dudó un

    segundo. Volviéndose, pues, hacia Athos y sus amigos, dijo:
    -Señores, añadiré, si os place, algo a vuestras palabras. Habéis dicho que no sois más que tres, pero a mí me parece que somos cuatro.
    -Pero vos no sois de los nuestros -dijo Porthos.
    -Es cierto -respondió d´Artagnan-; no tengo el hábito, pero sí el alma. Mi corazón es mosquetero, lo siento de sobra, señor, y eso me entusiasma.
    -Apartaos, joven -gritó Jussac, que sin duda por sus gestos y la expresión de su rostro había adivinado el designio de d´Artagnan-. Podéis retiraros, consentimos en ello. Salvad vuestra piel, de prisa.
    D´Artagnan no se movió.
    -Decididamente, sois un valiente- dijo Athos apretando la mano del joven.
    -¡Vamos, vamos, tomemos una decisión! - prosiguió Jussac.
    -¡Veamos! -dijeron Porthos y Aramis-. ¡Hagamos algo!
    -El señor está lleno de generosidad- dijo Athos.
    -No seremos más que tres, uno de ellos herido, además de un niño -prosiguió Athos-, y no por eso dejarán de decir que éramos cuatro hombres.
    -¡Sí, pero retroceder...! -dijo Porthos.
    -Es difícil -añadió Athos.
    D´Artagnan comprendió su falta de resolución.
    -Señores, ponedme a prueba -dijo-, y os juro por mi honor que no quiero marcharme de aquí si somos vencidos.
    -¿Cómo os llamáis, valiente? -dijo Athos.
    -D´Artagnan, señor.
    -¡Pues bien, Athos, Porthos, Aramis y d´Artagnan, adelante! -gritó Athos.
    -¿Y bien? Veamos, señores, ¿os decidís a decidiros ? -gritó por tercera vez Jussac.
    -Está resuelto, señores -dijo Athos.
    -¿Y qué decisión habéis tomado? -preguntó Jussac.
    -Vamos a tener el honor de cargar contra vos -respondió Aramis, alzando con una mano su sombrero y sacando su espada con la otra.
                                                                 Alejandro Dumas



    ALEJANDRO DUMAS



    El escritor francés Alejandro Dumas nació en Villers-Cotterets
    en 1803. Después de descubrir su vocación literaria se trasladó a París, donde se dedicó a leer y a escribir. Sus dramas históricos lo convirtieron muy pronto en un escritor de gran popularidad entre sus contemporáneos. Por ello, gozó de un éxito económico muy superior al de cualquier otro escritor romántico. 
    Sin embargo, en sus últimos años cayó en una profunda depresión que lo llevó a la locura. Murió en 1870.



    Alejandro Dumas conocido como “Dumas padre”, pues su hijo y homónimo también se dedicó a la literatura fue un escritor muy fecundo: su obra abarca más de trescientos títulos.
    Sus novelas más famosas son Los tres mosqueteros y El Conde de Montecristo, pero también escribió muchas obras de teatro acordes con el gusto popular de la época.
    Con excepción de El Conde de Montecristo, todas las novelas de Dumas se inspiran en hechos históricos. Por ejemplo, Los tres mosqueteros transcurre durante la primera mitad del siglo XVII.
    Dumas fue muy criticado debido a su falta de rigurosidad histórica. Sin embargo, fue un maestro en el arte de cautivar a los lectores, pues sus novelas son muy ágiles y manifiestan una gran imaginación. Actualmente son consideradas como obras clásicas de la literatura romántica.

    Los tres mosqueteros transcurre en el siglo XVII, durante la lucha por el poder que sos­tuvieron el rey Luis XIII y el cardenal Richelieu.
    Su protagonista es d'Artagnan, un intrépido joven que deja su pueblo natal para ir a París en busca de fortuna. Allí debe presentarse ante el señor de Tréville, capitán general de los mosqueteros del Rey.
    Poco después de su llegada a París, conoce en singulares circunstancias a tres mos­queteros: Athos, Porthos y Aramis, con los que establece una sólida amistad y vive numerosas aventuras.


    ANÁLISIS


    1.  Después de leer atentamente el texto de Dumas, marca la afirmación que sea verdadera.
    a)  Todos los personajes que aparecen en este fragmento son leales al Rey.
    b)  Richelieu había proclamado un edicto prohibiendo los duelos.
    c)  Tréville había prohibido a sus mosqueteros batirse en duelo con los enemigos.                                         
    d)  El Rey tenía un poder absoluto sobre sus súbditos.
    2.   Comenta con tus compañeros sobre los siguientes puntos:
      ¿Qué actitud tiene el narrador de la novela frente a d’Artagnan?
      ¿Por qué los personajes de Dumas cautivaron y siguen cautivando a los lectores?




    Don juan es un joven y apuesto muchacho, hijo de una importante familia sevillana. Entre las amistades de sus padres hay un matrimonio formado por don Alfonso, un viejo y aburrido señor, y su esposa Julia, una joven de 23 años.

    Era el 6 de junio, entre las seis y media y siete de la tarde... Julia estaba sentada en un bosquecillo, gracioso como el más gracioso de los que escondieran en su seno a las huríes del paraíso pagano descrito por Mahoma y por Anacreonte. Moore... Moore, que alcanzó la lira y el laurel, y todos los trofeos de la musa triunfadora. Ganólos en buena lid; ¡haga el cielo que los conserve mucho tiempo! Julia estaba allí sentada, pero no sola: no sé cómo llegó a ocurrir aquella entrevista, ni aunque lo supiera lo diría..., es preciso ser discreto en tales circunstancias, además de que importa muy poco saber por qué se encontraban juntos y ocultos Julia y don Juan. Cuando se hallan de semejante manera dos jóvenes, ella hermosa, él arrogante, la prudencia aconseja que ambos cierren los ojos; pero es tan difícil...
    ¡Cuán bella estaba Julia! La agitación de su pecho había encendido vivamente su semblante, y, sin embargo, aún no se creía culpable. ¡Oh amor, poder misterioso que das fuerza al débil y abates al indomable! ¡Cuán hábiles procedimientos para engañarse a sí misma halla la propia severidad de aquellos a quienes has seducido! Delante del inmenso precipicio que se abría a sus pies, inmensa era también la fe de Julia en su inocencia.
    Pensaba en su fuerza y en la juventud de don Juan; en la ridiculez de un recato exagerado y en el triunfo de la virtud y de la fidelidad conyugal; pero después recordaba los cincuenta años de don Alfonso. ¡Pluguiera al cielo que no hubiese acudido a la imaginación de Julia este recuerdo, porque la cifra cincuenta agrada poco y suena mal en amor, así en los climas cálidos como en los fríos, aunque valga mucho en el comercio! (...)
    Julia era una mujer honrada, virtuosa, fiel, y amante de su esposo además: hizo por consiguiente en su interior todas las promesas que se hacen aquí abajo a los poderes de lo alto, y juró no profanar el anillo nupcial que llevaba puesto, ni dejarse dominar por pensamiento alguno contrario a su decoro. Y mientras se afirmaba en esta y otras resoluciones, tenía colocada con negligenciauna de sus manos en otra de don Juan... ¡Sencillo descuido! Julia creía que tocaba sus propias manos.

    También, sin pensar, apoyó la cabeza sobre la otra mano del joven, que jugueteaba con los rizos de la hermosa; y es que se hallaba distraída, como quien lucha contra pensamientos que no es posible dominar. Seguramente era gran imprudencia la de doña Inés, que dejaba sola a aquella pareja encantadora, después de haber vigilado a su hijo durante tantos años... Mi madre, de cierto, no se habría fiado de mí de tal manera.
    Insensiblemente la mano de Julia contestó a la presión de la mano de don Juan, con dulzura, es verdad, pero de modo que parecía decir a la otra: “Tenme si te gusta”. Sin embargo, ¿quién puede suponer que la intención de Julia era otra que la de estrechar los dedos del mancebo en un suave apretón puro y platónico? La joven hubiera retrocedido con espanto, corno a la vista de un sapo o de una víbora, si hubiese imaginado que acción tan sencilla podía motivar sentimientos fatales para una esposa prudente.
    No sé lo que pensó don Juan; pero hizo lo que todos habríamos hecho en igual caso: sus labios dejaron sobre aquella mano un beso de gratitud, en seguida el joven, lleno del rubor de la dicha, apartóse como desesperado, temiendo haber cometido una falta grave: ¡es tan tímido el amor que nace! Julia se sonrojó, pero no de cólera; quiso hablar, mas se detuvo por miedo de que la voz desmayada y temblorosa denunciara su emoción.
    Cayó el sol y alzóse la luna amarillenta: la luna es perversa como el diablo. Me parece que los que la llamaron casta se dieron mucha prisa en fijar la nomenclatura de las cosas: el día más largo del año, el mismo 21 de junio, no presencia la mitad de las picardías que en tres horas la luna con su dulce sonrisa... Y sin embargo, ¡cuán honesta parece toda vía!
                                                                                                                                                                  Lord Byron




    George Gordon Byron, conocido como Lord Byron, nació en
    Londres en 1788.
    Inició estudios en Cambridge, pero los abandonó por una vida disipada y turbulenta. Tras haber gastado gran parte de su patrimonio, su espíritu romántico lo llevó a emprender numerosos viajes a exóticos parajes de Oriente y el Mediterráneo. Lord Byron poseía una personalidad provocativa que, en su época, escandalizaba a los
    conservadores y causaba verdadera admiración en los jóvenes.
    Sus libros alcanzaron tal éxito que prácticamente se agotaban el día de su publicación.
    Murió en 1824, en Grecia, donde acudió para apoyar las luchas por la libertad de los griegos frente a los turcos.





    Byron es uno de los principales representantes del Romanticismo inglés. Por su ori­ginalidad y complejidad es considerado por la crítica como un auténtico genio de la poesía. El argumento de sus obras es generalmente un pretexto para elaborar refle­xiones filosóficas o para satirizar a sus contemporáneos.
    Los protagonistas de sus obras reproducen un carácter solitario, altanero y de espí­ritu mordaz. El héroe de Byron vive intensamente y siempre se muestra opuesto a los convencionalismos sociales.
    Lord Byron compuso poemas narrativos como Don Juan y La peregrinación de Harold Childe. Escribió también dramas en verso, como Manfredo.

    El Don Juan de Byron: el conquistador conquistado
    El protagonista del relato es Don juan, un personaje que ha sido recreado numerosas veces en la literatura universal. Se trata de un seductor empedernido que conquista con facilidad a cualquier mujer que le interesa, y luego la abandona sin remordimientos.
    Byron retoma este personaje, pero con absoluta originalidad. Su Don juán es más parecido a un héroe moderno que a un personaje romántico: vive insólitas aven­turas, es divertido y burlón. Y en lugar de ser un conquistador, termina siendo un conquistado.



    ANÁLISIS

    1.  ¿Cómo definirías el lenguaje que ha utilizado Byron para escribir el Don Juan?
    a)  Irónico y burlón.
    b)  Exagerado y recargado.
    c)  Simple y coloquial.                                                                                                            
    d)  Artificial y complejo.
    2.  Marca la opción que mejor refleja la intención de Byron al escribir este texto.
    a)  Expresar los sentimientos amorosos de Julia y don Juan.                                                                 
    b)  Describir las costumbres amorosas clandestinas de la época.
    c)   Exponer sus opiniones sobre la sociedad convencional de la época y ejercer la sátira social.
    d)  Afirmar que el amor es más fuerte que las convenciones sociales.





























































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